Continuación:

ALGO DE PROLOGO

La respuesta del héroe de Caney a la infanta, o la de don Laureano Canseco al Gobernador; el viaje que hicieron, con el señor Obispo, cuatro empaquetados guasones que acudían a León, o la ocurrencia de aquel otro que echaba bendiciones desde el coche de su Ilustrísima; la curiosa perífrasis que, para nombrar al pavo, discurrió cierto alemán, o aquellas nibes tan rosadas y tan "gordas" que entusiasmaron un dúa a Sierra Pambley y encandilaron a su invitad, me perecían y siguen pareciéndome, historias muy dignas de ser recordadas, si no por los siglos de los siglos, al menos por años y años.
Y como nadie acometía la tarea y el diccionario de referencia pronto se manifestó labor para ser hecha en equipo, emprendía la redaccuión de los primeros cuentos ornando aquellas anécdotas tan escuetas que me habían sido referidas y dándolas bulto y cuerpo para que, entre todas ellas, llegasen a formar un bolumen.