PERSONALIDAD

La mano de Marino Amaya se encuentra de tal modo en su obra, que sin ver la firma surge inmediatamente la paternidad. Se identifica por sus creaciones. Es rápido en hacer. Cuaja pronto en las tres dimensiones sus sentimientos más profundos afloran expresivos a la materia, con todo el desgarro que la existencia les dé.
-Del corcho y la madera fui al barro. Y vi como el barro es vida, como el mármol resurrección, la escayola muerte, y uso palabras de Miguel Ángel. De la piedra voy al bronce porque es más directo, intervengo yo. Aunque en la piedra me doy más. Pero la piedra es lenta y el bronce hace posible más quehacer concluso.
- ¿Y le gusta más….?
-La piedra. El mármol, emplear los pinceles, el puntero, otros elementos.
- ¿Trabajador?
-Mucho, hasta catorces horas al día y a diario. Era preciso. En mis primeras etapas vivía del encargo y todo era duro. Sufrí, pasé hambre, llevé maletas. Me he forjado en el sufrimiento y no es literatura. De ahí que, como dice Faraldo, en el tipo de escultura que hago hay un tanto como de rabia contenida.
- ¿Y hoy que hace?
-Solo exponer. Que España entera, ya le dije, conozca mi obra. Eso quiero. Hice más de 1200 retratos en piedra y bronce. Pero aquello acabó, salvo compromisos. No quiero someterme al modelo. Hubo momentos en que acepté. Hoy no, a fuerza de trabajar he comprado mi vida. Mi vida es mía.