A consecuencia de tales competiciones Manolón, como buen compañero y, al fin, único superviviente, había de encargarse con frecuencia de tomar las providencias necesarias para llevar a su diminuto compadre donde pudiera dormir la mona.
Lo que solía hacer dando algún traspiés que otro, pero ejemplarmente sobrio si se le comparaba con aquél, que hacía el recorrido beodo por completo y fuera del mundo y casi nunca se enteraba, ni poco ni mucho, de cómo se había realizado su tránsito desde la barra del último bar hasta las sábanas de la cama.