DIARIO DE LEÓN:

León lucha por la minería. Su segunda Marcha Negro

Paciencia, vaselina y zapatillas viejas

Siete marchistas veteranos ofrecen su experiencia y consejos a los primerizos

ana gaitero | león 21/06/2012

«Esta marcha será más dura, pero ¿cómo no te vas a animar a hacerla si no tenemos futuro?», Javier Menéndez, Piki, es uno de los mineros que repite en la Marcha Negra. Cerca del 20% de los 60 hombres que saldrán de las tres cuencas leonesas participaron en la marcha minera del 2010. «Fue una experiencia única: ir por la carretera defendiendo tu puesto de trabajo», subraya.

Su mejor recuerdo es el apoyo de la gente. Ahora el horizonte es más largo. Van camino a Madrid en busca de Soria. «No sabemos lo que nos vamos a encontrar fuera de las cuencas. Aquí saben lo que es la mina, pero fuera creen que nos prejubilamos por nada». Y no es así, asegura: «Ahora en la mina se entra por poco dinero —yo gano entre 1.300 y 1.400 euros— y hay que echar 9 nueve horas de tajo».

La incertidumbre de lo que pasará al salir de León está en la mente de todos. En 1992 los mineros de la MSP fueron recibidos clamorosamente en Valladolid y acogidos con calor en los pueblos de Castilla. «Aquella era época de bonanza, ahora hay familias que no tienen para comer, ¿cómo van a ayudarnos a nosotros?», matiza José María Rodríguez. A sus 41 años dice que vuelve a la carretera porque «no hay otro remedio». Lamenta que entre los más jóvenes no haya más con ganas de movilizarse.

El pan de los hijos

«La marcha del 2010 fue dura pero tenemos que luchar por el pan de nuestros hijos», apostilla Víctor Pinheiro. A los primerizos les aconseja «que se lo tomen con calma» porque «las dificultades van a ser muchas, incluso entre nosotros». «Hay que ir despacito y con calma», apostilla Venancio Ramón, de Fabero del Bierzo.

En la marcha negra no faltan las buenas nuevas y las bromas: la carretera estrecha amistades y cultiva la camaradería. «En la marcha anterior hice muy buenos amigos entre gente que era de hola y adiós», confiesa Pinheiro. Incluso reconcilia enemistades. A Piki le pasó en su primera marcha: «No me hablaba con unos vecinos y nos dimos cuenta de que estábamos luchando por lo mismo», confiesa.

Para Roberto Fernández, otro repetidor, «lo más importante en una marcha es la unión y el apoyo de todo el mundo». Ayer los 20 mineros que partirán de las cuencas del Bierzo: Sil y Bierzo Alto fueron reunidos para recibir las instrucciones pertinentes de orden y buena convivencia.

Hay consenso a la hora de señalar la parte que peor se lleva de la marcha: separarse de la familia. Por eso los dos últimos días antes de salir Roberto Fernández ha decidido dedicarlos íntegramente a sus dos hjjos, Roberto y Aitana, y a su esposa. «Llegaremos a Madrid el día 11 y no sabemos el tiempo que nos quedaremos».

«Ánimo, papá»

«Después estás cansado y los ves diez minutos en un pabellón», apostilla Javier Menéndez. A medida que se alejen de León prevén que las visitas se harán más esporádicas por la distancia. «Llevaré el casco de 2010 que me firmaron mis hijos Elsa y Carlos: Ánimo papá. Mi mujer también es maravillosa. Les cuesta un poco que salga de casa, pero lo comprenden», afirma Ramón, minero en el pozo Santa Cruz. La sangre minera corre por las venas de toda su familia, igual que en la de Arturo San Gil, de Santalla del Bierzo, que trabaja en el cielo abierto de Uminsa en Alinos. «Mi padre murió de un cáncer de pulmón a los 53 años y creo que algo tuvo que ver la mina», recuerda.

Prevenir las ‘bonchas’

Los veteranos no temen el esfuerzo, ni el dolor. A Arturo San Gil se le cayeron las diez uñas de los pies en el 2010. Unos caminan a diario, hay quien juega a futbito... Pero hay que prevenir las bonchas, como llaman a las bojas y rozaduras en el valle de Laciana. «Tuve suerte, a mí no me salió ninguna», apunta Piki. Su secreto: calzarse las zapatillas más viejas que tenía en casa. «Otros llevaban gore tex, pero yo con eso no aguanto 10 kilómetros», apostilla. El calzado tiene que ser a gusto del pie de quien lo calza, siempre usado, pero hay algo que no puede faltar en la impedimenta del marchista: la vaselina.

José María Rodríguez también recomienda los masajes con vaselina y, sobre todo, dejarse aconsejar por «los compañeros de la Cruz Roja, que son expertos». Pero la clave, sostiene, «es aguantar mentalmente, porque la solución no va a llegar. Si llegamos a Madrid, los ministrosse irán de vacaciones...». Cerca de su corazón llevará un recuerdo de su familia.

«Si no nutres bien los pies se abren y en el asfalto la temperatura alcanza más de 40 grados», advierte Felipe Rodríguez Alonso, del lavadero de Alinos. Su secreto para «una buena andadura» es «estirar bien los músculos antes de empezar cada día la caminata».

Viene el lobo

A sus 43 años se ha decidido a repetir la caminata porque «llevo 19 años en la mina, no tengo otro oficio y en el Bierzo la industria se ha venido abajo: Vitro va a desaparecer, LM está con Eres, Cosmos suprime un grupo y en Roldán no hay posibilidad».

Venancio Ramón ofrece a los marchistas primerizos «mucho ánimo y que sepan que hay que hacerlo porque, si no, morimos». En Fabero desde hace diez años sólo hay cielo abierto. Sabe de lo que habla.

En Villablino los ánimos son muy pesimistas. «Esta vez viene el lobo de verdad», señala José María Rodríguez, preocupado por las difíciles situaciones que barrunta: «La gente está quemada, las letras vienen y el día menos pensado va a ocurrir una desgracia».

La solución, coinciden, está en manos de los políticos. «Estamos luchando por lo mismo que en el 2010 pero con diferentes pastores», aclara San Gil. «Sólo pedimos que se respete lo firmado. Los mineros estamos hasta las narices de recortes», sentencia Pinheiro.

«Salgo convencido de llegar a Madrid; si se arregla antes, encantado. A trabajar», tercia Piki. El horizonte del camino a Madrid es negro antracita, pero lo último que se pierde es la esperanza.