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FUEGO AMIGO

El palo de la luna

ERNESTO ESCAPA 29/09/2012

Una fantasía infantil entretenía los atardeceres estivales de los niños de la comarca de Luna, cuando no había televisión ni otros alicientes para despedir la jornada. Aquel cuento situaba en la peña de Portilla el anclaje del vuelo de la luna, que todos los días parece irse para volver cada noche. La peña de Portilla es el tótem de la comarca de Luna Baja y desde su eminencia habrá contemplado, entre otras pérdidas y tajazos, el despojo del monasterio de Otero, que no es cosa de hoy, aunque parece que recientes expolios lo han dejado aún más desnudo y desamparado. Me refiero a la empantanada urbanización de chalés de su huerta, junto al río Luengo que baja de Viñayo, cuyos promotores tampoco han tenido la debida consideración a los vestigios históricos.

Otero de las Dueñas apenas conserva restos del pasado monástico que delata su apellido cisterciense. Las monjas dejaron el convento en 1868 y lo que había de valor se recogió en la nueva iglesia del pueblo, que es de principios del siglo veinte, se vendió a otras parroquias, como Cuadros, o recayó en el Palacio del Obispo. Lo demás fue saldo de almoneda y en muchas casas de los pueblos del entorno hubo mesas, arcones u otros muebles del monasterio. En la iglesia de Otero se conserva la imaginería, de la que destacan una Virgen y un Crucificado góticos y un grupo escultórico de Santa Ana con la Virgen y el Niño, algo más tardío.

En el recinto monástico, queda la cerca averiada con algunas puertas y ventanas ciegas, mientras la huerta con el pilón de la fuente ha sido pasto del ladrillo. Parte de los capiteles que Gómez Moreno encontró hace cien años en la iglesia del monasterio se hallan dispersos decorando la entrada de la finca o el exterior de la vivienda construida a mediados del pasado siglo. Se localizan fácilmente de un vistazo rápido. Los hay vegetales, de animales en pelea y otro con dos sirenas y una dama dándose la mano. En lo que fue coro de la iglesia se conservaban hasta hace unos años restos de murales mudéjares. El archivo monástico, recogido en el Diocesano, ofrece algunos de los testimonios más tempranos del romance leonés, anteriores al año mil, que ha estudiado el catedrático José Antonio Fernández Flórez, muy vinculado a la zona.

Frente a la cerca monástica sale el camino de Piedrasecha, que antes pasa por Viñayo, cabeza histórica de la comarca. Entre Otero y Piedrasecha median cuatro kilómetros salvados por una carretera de montaña que recorre un valle que se permite pocos desahogos. A la salida de Otero se aprecian unas escombreras de carbón abandonadas. El escenario se repite a la salida de Viñayo. Pero no son ya las minas la asechanza más temible para estos parajes, sino las canteras que trituran sus peñas calizas.