Poco más allá de la casería nace un camino que asciende...

Otra leyenda se refie­re a la guapa moza del lugar que venía montada en el carro de vacas y se espantaron acuciadas por las moscas de verano sumergiéndose en las aguas. Al cabo de años apareció la mano de la labradora en Fontanamosa derramando las sartas del collar sobre el césped.

El lago Ausente.- Frente al lago Presente, monte arriba, se halla el otro lago llamado Ausente, más grande, más profundo, más azulado, de purísimas aguas filtradas entre la arena de la concavidad de la sierra de Sentiles. Allí practican los jóve­nes sus juegos deportivos de remo con lanchas de goma. Las gentes dicen que este lago brama como el mar, con fuerte oleaje y predice el tiempo revuelto.

El acceso al lago Ausente se rea­liza subiendo en coche hasta la esta­ción invernal y se asciende por carretera empinada un kilómetro, se deja el coche en el alto de la loma y caminando otro par de kiló­metros se aboca a este bellísimo remanso de agua desde el que se contempla toda la reserva del eco­sistema de Mampodre. Allí vienen a abrevar los rebecos como únicos señores de la montaña bravia.

Las aguas de estos lagos dan ori­gen al abundante manantial de Fontanamosa o Fuente Hermosa, una de las originarias del río Porma.

Poco más allá de la casería nace un camino que asciende por el piornal, de tal forma que el camino real por el puerto de San Isidro se dirige al concejo de Aller pero este otro camino tortuoso baja luego por un valle hacia el concejo de Campo de Caso por la angostura del río Caleao. Como a un kilómetro de la bifurcación se encuentran las ruinas de la ermita y hospital de San Isidro.

No es mucho lo que se ve por las ruinas existentes pero aún se aprecian los restos de la bóveda románica de la ermita y las construcciones anejas donde se colige la existencia del horno para cocer pan.

Esta ermita con su hospital de peregrinos al Salvador ovetense y vian­dantes fueron fundados y erigidos por los monjes benedictinos de Parameño y en ese mismo año de 1118 Doña Urraca se expresa en el documento nº 900 del archivo de la catedral sobre este hospital lla­mado del Santo Sepulcro, que los monjes de Perameno fundaron en el puerto de San Isidro para acoger peregrinos y alaba la mucha caridad con que lo hicieron porque se morían de frío los caminantes.
Si durante siglos perteneció este hospital a los monjes de Parameño, Perameno o Pardomino en 1752 pertenecía a la iglesia de Lillo, desa­pareciendo el siglo pasado.