CIUDADANOS ficha a expresidentes del PP, prescinde...

CIUDADANOS ficha a expresidentes del PP, prescinde varios históricos y resta protagonismo a Inés Arrimadas para lanzar a la nueva líder catalana.

Una dirección sin más fugas —después de la cascada de dimisiones en el último mes— y de máxima lealtad en un momento de intensas presiones por el papel de Ciudadanos en la gobernabilidad de España. Es el resultado de la reorganización interna acometida por Rivera. El objetivo es fortificarse para resistir en su no a Pedro Sánchez y consolidar el giro a la derecha para disputar la partida al PP. La remodelación no es traumática porque salva a los dos críticos de más relieve —Luis Garicano y Francisco Igea— pero sí profunda, buscando mitigar cualquier discrepancia interna.

La respuesta de Rivera a la crisis orgánica —con cuatro deserciones de su dirección y la baja de militancia del cofundador del partido Francesc de Carreras— es una amplia reestructuración que lanza el mensaje de que prima la lealtad. El mismo día que el diario británico Financial Times pedía a Ciudadanos que reconsidere su postura y permita que Sánchez gobierne, Rivera anunció los cambios de calado en su dirección: 22 nuevas incorporaciones y cinco destituciones, en una ejecutiva que amplía su composición hasta el medio centenar de dirigentes. Así consigue diluir aún más las voces críticas que siguen dentro. En su intervención ante el consejo, Rivera presentó a las nuevas incorporaciones como “gente preparada, leal al proyecto de Ciudadanos y a España”. Y repitió varias alusiones a la lealtad.

El líder ha resistido la tentación, que le sugerían voces en su entorno, de destituir también a Luis Garicano, a la cabeza de ese jibarizado sector crítico tras las dimisiones. El economista, jefe de la delegación europea de Cs, forzó a finales de junio una votación en la ejecutiva para reconsiderar el veto al PSOE, que perdió por aplastante mayoría. Desde entonces Rivera no ha hablado con él, pero el puesto tan relevante de Garicano le ha salvado de un cese fulminante. Un caso parecido es el de Francisco Igea, que acaba de ser elegido vicepresidente de Castilla y León. Algunas fuentes destacan, no obstante, un movimiento que podría estar relacionado con la progresiva pérdida de confianza en el jefe de filas en Europa: que ayer se incorporara a la ejecutiva el coordinador del grupo parlamentario en el Parlamento Europeo, Adrián Vázquez, quien podría ser su recambio en caso de problemas.

Rivera destituyó a cinco dirigentes, dos de los cuales eran críticos con su estrategia: se apartaron de la línea oficial en la votación que promovió Garicano, aunque sin hacer mucho ruido. Fernando Maura, hasta ahora responsable de exteriores (votó a favor de la propuesta crítica), y Orlena de Miguel, responsable de seguridad vial (se abstuvo), ambos sin cargo público. “Voté coherentemente con mi posición pero fui leal sin hacer declaraciones públicas”, declaró ayer Maura a este periódico. Otros dos de los cesados, Antonio Espinosa y Matías Alonso, son dirigentes históricos de Cs, de la primera etapa como partido catalán — Alonso fue secretario general— y del ala socialdemócrata. Rivera les prometió otros cometidos en el partido.

En paralelo, el líder da entrada a una veintena de dirigentes, la mayoría fichajes independientes, como el abogado del Estado Edmundo Bal y la abogada y activista gitana Sara Giménez. E incluye a dos expresidentes autonómicos del PP — Ángel Garrido, expresidente madrileño, y José Ramón Bauzá, de Baleares— con los que reafirma su apuesta por disputar el liderazgo de la derecha. Entra también Joan Mesquida, que fue director general de la Policía y la Guardia Civil con el PSOE, de perfil moderado. Marcos de Quinto, exvicepresidente de Coca- Cola, está llamado a adquirir más peso interno con su posible incorporación también a la ejecutiva permanente. Ayer fue trending topic por declarar que el etarra que secuestró a Ortega Lara debería ser recluido el mismo tiempo en un zulo, aunque sostiene que fue una ironía.

El consejo general, compuesto por 160 personas, aprobó los cambios sin debate: como la vez anterior, nadie pidió la palabra.