Elecciones Catalanas....

Elecciones Catalanas.

Los espantajos de Pablo Iglesias.

RAFA LATORRE.

6 DIC. 2017 03:52.

El nacionalismo ha provocado en España un temor muy parecido al que paraliza a los aldeanos de El Bosque, aquella película de M. Night Shyamalan. Hay españoles que viven atenazados por la culpa de haber engendrado a miles de independentistas y por ello se someten a una penitencia estricta. Son lo que exclaman "qué horror" o "qué error" cuando la ley prevalece porque creen que ésta es el preludio de la catástrofe. El español penitente mira con estupefacción al CIS y no entiende cómo es posible que no se hayan cumplido los tristes augurios que anticipaban la conversión de miles de ciudadanos a la fe nacionalista tras el 155, la encarcelación de los Jordis y la movilización de los silenciosos. El chantaje del nacionalismo hubiera sido imposible sin la inconsciente colaboración de estos heraldos negros que anunciaban legitimidades paralelas, insumisiones masivas, huelgas salvajes y golpes como del odio de Dios, yo no sé.

La teoría de la taylorización del independentismo sólo ofrecía una solución para acabar con la producción en serie: el triunfo del independentismo. En este sentido, el procés ha supuesto una segunda Transición para España. La que deriva de haberse atrevido a cruzar el bosque y comprobar que todos los peligros que decían que albergaba eran espantajos inteligentemente instalados para perpetuar el miedo. Los mensajes electorales de Catalunya en Comú son la mejor muestra del espíritu de los tiempos. La campaña de los comunes la abrió Pablo Iglesias con la acusación de que el independentismo ha contribuido "a despertar el fantasma que es la mayor amenaza para la democracia, el fantasma del fascismo". El desafío sigue siendo por tanto de naturaleza fabril, pero la factoría del horror ya no fabrica independentistas sino fascistas. La solución sigue siendo la misma, más nacionalismo, y los únicos operarios que pueden acabar con la producción en serie siguen siendo ellos mismos. Por lo demás, estamos ante un giro copernicano, que diría Gabriel Rufián, experto en la historia de la teoría heliocéntrica. El espantajo es hoy el fascismo como ayer lo fue el independentismo; el problema para Domènech es que el monigote no ejerce sobre los independentistas la coacción que ejercía sobre los españolistas. Es más, lejos de atemorizarles, el fascismo les parece un adversario muy apetecible. Puigdemont habla de fascistas en Bélgica como si allí no hubieran sufrido a un Leon Degrelle que les hubiera enseñado el significado del término. En TV3, la palabra ultraderecha se maneja con una soltura muy años 30 y cuando a Marta Rovira le pregunta Jordi Évole si cree que Inés Arrimadas es una fascista da tal circunloquio que por poco se derrumba desfallecida sobre la mesa. Para el nacionalismo la ultraderecha no es un espantajo, sino un reclamo, y como Iglesias siga agitándolo, los votantes que le quedan a Catalunya en Comú van a tomar el mismo camino que Albano Dante Fachin. Puede que en Cataluña el miedo haya cambiado de bando. Los complejos, desde luego, no.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
TRIANA. Lo que tiene que hacer este señor es patear los pueblos de España y saber algo de geografía. A duras penas si sabe el trayecto Madrid-Barcelona y por el medio Zaragoza. Tiene que visitar España completa y ver la realidad que hay en cada provincia, como se vive, que produce, carestía de la vida, comunicaciones, cultura, ocio, trabajo, educación, sanidad... vamos, que no tiene ni idea de España.

Un saludo.