LAZOS DE SANGRE....

LAZOS DE SANGRE.

La descomunal deuda que Manolo Escobar tuvo que pagar hasta poco antes de su muerte.

Su revés económico con una fábrica de vaqueros, su amor por Anita y la reclamación póstuma de paternidad centraron el programa documental dedicado al cantante de «Y viva España»

Novo.

Actualizado: 13/08/2020 11:25h.

El «Lazos de sangre» dedicado a Manolo Escobar fue un canto a la sencillez del que se consideraba el cantante más querido de España: «El secreto de Manolo Escobar es no tener secreto. Yo soy igual en mi casa que en el estudio, que en la calle», decía el propio artista en unas imágenes de archivo.

El documental y el debate posterior repasaron la vida y obra del cantante, arrancando en su complicada infancia y sin eludir los asuntos más polémicos, como su ruina en una pésima aventura empresarial o la demanda de paternidad póstuma presentada por una mujer.

En la casa, 17 y una cabra
Manolo Escobar nació en El Ejido, en el seno de una familia muy humilde. En 1946 emigró a Cataluña. Se llevaron la granja a Badalona. En el balcón dan cabida a «conejos, patos, gallinas», recordó durante el documental Serafín García Escobar, hermano menor del cantante. Aún hubo sitio para un ocupante más, una cabra.

Vivían 17 en un segundo piso. «Tres matrimonios y uno que estaba alquilado», precisó Serafín.

Antonio y María, los hermanos mayores, dormían en un dormitorio con sus respectivas parejas, al igual que sus padres. El resto, en el salón. «Había una mesa enorme que se desmontaba cada noche para que pudiésemos dormir», apuntó el hermano menor, muy presente en el recorrido documental realizado por «Lazos de sangre».

Después se fueron a Barcelona, y ahí se hizo «culé» para siempre ese gran futbolero que fue Manolo Escobar. Antes de triunfar en la canción desempeñó variopintos trabajos. Albañil. Peón en una fábrica de productos químicos donde embotellaba lejía y Mistol. Más tarde fue auxiliar de Correos.

En esos trabajos Manolo cantaba. Y los jefes le reprochaban que lo hiciese. Él les decía: «Yo canto, pero sigo trabajando». Y esto le contestaban: «Tú sigues trabajando. Los demás, no, porque te escuchan».

Después llegaron 80 discos publicados, 35 de oro.

Aquella maldita fábrica de vaqueros.

La música lo sacó de la pobreza y lo convirtió en millonario. Pero todo se fue al traste: «Me quedé totalmente a cero», admite el propio Manolo Escobar en un momento del documental. Son unas imágenes del archivo de RTVE en que confiesa el que fue su gran error económico.

La culpa fue de los pantalones vaqueros. De una fábrica de pantalones vaqueros, para ser más precisos. Eran dos socios. El cantante y otro que era muy amigo de él. El asunto salió fatal. Peor imposible. La empresa quebró. Pero su socio, según se comentó en el documental, se declaró insolvente tras poner sus bienes a nombre de su mujer. Manolo había avalado con sus bienes personales. Fue un error que pagó muy caro. Según comentó durante el debate de «Lazos de sangre» Juan Valderrama hijo, el agujero fue de 1.000 millones de pesetas (6 millones de euros).

Corría 1980, y Vanessa tenía solo dos años, pero en el documental enumera todos los bienes a los que tuvieron que decir adiós para hacer frente a la deuda, porque sus padres se lo contaron muchas veces: «Terrenos en Palma de Mallorca, en los Ángeles de San Rafael, la casa de La Moraleja, la casa de Benidorm, los coches, algunos cuadros... Y aún así seguía debiendo más de 380 millones de pesetas».

«Lo dejaron en la ruina», recordó en el programa el hermano pequeño del cantante. Tuvieron que empezar casi de cero. «El no era autor. De rico, nada. Mi padre estuvo pagando por la quiebra de esta fábrica hasta pocos años antes de morir. Lo hizo poco a poco, según podía», detalló Vanessa.

Anita Marx, 53 años de amor.

No habría soportado ese episodio económico de no ser por la ayuda de su mujer, Anita Marx. La conoció en la Costa Brava, cuando estaba empezando. Ella era una turista a la que él le cantó «Ojos verdes». Al día siguiente quedaron en la playa. Ella no hablaba español. Él no hablaba alemán. Se comunicaban por señas. Ella se fue, una vez acabadas las vacaciones. Se escribían. Anita le consiguió un «bolo» en Alemania. Manolo fue allá y se casó en 1959.

Ella era de familia acomodada y acabó en el multitudinario piso de los padres de Manolo.

Vestía pantalones, conducía un descapotable y fumaba. Por esa mujer había dejado a su novia, con la que llevaba seis años prometido. Así que de entrada el asunto no pintaba bien.

Y vaya si fue bien. 53 años de amor, hasta el fallecimiento de él. La de ella llegó tres años después. «Murió de amor», sentenció Rosa Villacastín.

La guinda a ese amor fue su hija, adoptada después de que Anita sufriese «excesivos abortos», en palabras del artista.

La baza del ADN
Todas querían subirse a su carro, como rezaba un letrero sobreimpresionado que se pasó durante el programa. «Una mujer le pidió a mi madre media hora con mi padre», contó su hija, Vanessa García, en «Lazos de sangre».

Pero él siempre fue fiel a Anita. Por eso a la familia le pareció de pésimo gusto la aparición de una mujer asturiana que reclamó ser hija del cantante tras el fallecimiento de éste. «Aseguró que había convivido con mis padres 18 años. A mi madre le daba la risa porque no la había visto en la vida», recordó la hija del cantante.

Tras fallecer Anita, esa mujer interpuso una demanda contra la propia Vanessa. Dos años después el juicio quitó la razón a la demandante. La familia de Manolo tenía un as en la manga. Un hospital tenía guardado ADN del artista procedente de una biopsia.

Vanessa contó que la denunciante llegó a ir a la basura de su tío Serafín y rescatar un inhalador. Como comprobaron que el ADN del hermano de Manolo no se correspondía con el de la presunta hija, en la demanda plantearon esta teoría: «Que mi abuela le era infiel a mi abuelo», desveló la única hija del artista.

El juez finalmente determinó que la demandante no era hija de Manolo Escobar para alivio de su familia y, sobre todo, para la restitución del honor del fallecido artista.