Mi intención es entrar en este foro, al que hace mucho...

Mi intención es entrar en este foro, al que hace mucho tiempo que no me asomo. Por eso podía responder a G X Cantalapiedra o a cualquier otro de los participantes.
El tema me parece interesante. Veo que hay una cierta dosis de buen humor propia de los españoles, por lo menos. Está bien que se desdramatice este asunto, aunque hay que reconocer que tocamos un aspecto de los que más interesan (y angustian) a la gente, al menos como curiosidad existencial, aunque también nos lo tomemos de forma diferente según la situación psicológica en que nos encontremos.
Seguramente habréis conocido, lo mismo que yo, gente muy divertida, de esa que pasa de todo, pero “cuando ven acercárseles la hora” te presentan un chip totalmente distinto; son completamente otros. Y en este capítulo se comportan igual los que creen que los que no creen. O mejor dicho, tanto entre los creyentes como entre los no creyentes hay quienes ante la muerte se angustian poco, mucho o muchísimo y quienes la reciben con serenidad.
Antepongo que soy creyente. Si hago esta abierta declaración es para afirmar que rechazo la idea de que la creencia en el más allá y en la religión es consecuencia de miedos a la muerte... Con esto no niego que para algunos sea verdad esa afirmación, como es verdad que para algunos precisamente los miedos son los que les llevan a negar la religión y el más allá, porque negándolos consideran que ahuyentan el peligro de tener que afrontarlos. Esos temores a la muerte (que son universalmente reconocidos y son normales) en ocasiones son reforzados por psicologías neuróticas que provocan estados de ansiedad, etc., etc.
No es muy correcto afirmar que sólo es admisible lo científicamente comprobable. Pues la ciencia sólo estudia fenómenos físicos, no metafísicos ni religiosos. Es como si un sordo se empeñase en negar los sonidos porque no los ha visto, y a quienes afirman haber oído una sinfonía le tachan de desequilibrado. La fe y la ciencia son dos caminos de conocimiento que abarcan campos distintos, aunque no inconexos. Hay científicos ateos y científicos creyentes. Más aún, los primeros se reafirman en el ateísmo con su ciencia y los creyentes también se afianzan en su fe gracias a la ciencia. Para muchos la ciencia ha sido camino hacia la fe.
No hay efecto sin causa suficiente, y vemos la maravilla de la creación. Todavía no ha llegado el ser humano a crear un ojo humano, a pesar de que el hombre va tras ello desde hace muchos años y dispone de tantísimos recursos técnicos. Más aún, cuando el hombre quiere avanzar debe asomarse a la naturaleza para hacer imitaciones, las cuales, hoy por hoy, se quedan muy lejos de los originales. Si algún día llegase el hombre a descubrirlo (lo cual acaso sí sea posible) sería efecto de una capacidad de la inteligencia humana que no nos la hemos dado a nosotros mismos, sino que la hemos recibido. El ojo, el corazón, las neuronas, la función genital, etc. ya llevan funcionando desde hace cientos de miles de años, con tanta sencillez y armonía como si fuera lo más lógico.
Termino con dos citas de dos cietíficos:
Millikan (1868-1953) físico americano, premio noble, 1923: „Puedo de mi parte aseverar con toda decisión que la negación de la fe carece de toda base científica. A mi juicio jamás se encontrará una verdadera contradicción entre la fe y la ciencia“.
Edison (1847-1941). El inventor más fecundo, con 1.200 patentes: „Mi máximo respeto y mi máxima admiración a todos los ingenieros, especialmente al mayor de ellos: Dios“.