AMPARO:
Por fin hemos regresado de una corrida
de Ronda donde fuimos a ver toros
lidiados por un genio Cayetano.
Cinco toritos bravos se muerieron
a manos de matadores, picadores,
y un experto en tauromaquia.
¡Ay que corrida de sangre
que inundó toda la plaza
y el público asistente pedía
más sangre, más muerte, y les
corten las orejas, el rabo
para poner un trofeo al lucido torero.
Alguien gritó, que también el corazón
recortadito, braseado y en guarnición.

La plaza se tiñó de grana
que la volvieron dorada
al ritmo de los aplausos
y de cantos, y de arena rodada.
En hombros salió el torero
y los toros se quedaron
en trozos y por el suelo.
Las niñas se fueron gritando
sobre bonitas calesas
con abanicos y mantillas de lentejuelas
jaleando a digno maestro, el Cayetano.

¡Qué bonita la corrida
sobre la plaza tornasolada.
Un miejita de pena traigo
por los toritos muertos.
Un pinchacito en el costado
por tanto brío desperdiciado.
Tanta braveza, tanta altivez
que se ha llevado la fiesta.