No me molesta en absoluto Sr. Rios, aquí cada cual escribe lo que le parece siempre con respeto, Amantes del teatro y la lectura

No me molesta en absoluto Sr. Rios, aquí cada cual escribe lo que le parece siempre con respeto hacia los demás foreros, creo que sería lo correcto, y en este caso creo que así es.

Que pase usted un buen día Sr. Rios

CONTINUACIÓN DE (EL AGUA MILAGROSA)

PADRE JUAN —> Y, ¿no tiene usted esperanza de que Dios le otorgue lo que necesita para ser absolutamente dichosa? ¿Se lo ha pedido usted con unción, con fe?
FLORENTINA —> Se lo he pedido hasta bailando sevillanas.
PADRE JUAN —> ¿Bailando sevillanas? No es la actitud más a propósito para hablar con Dios.
FLORENTINA —> Quiero decir con ello que no hay momento en mi vida en que no haya elevado mis súplicas al Señor para que me conceda lo que me falta. Padre cura, yo tengo unos padres que me adoran: no hay otros más buenos: los hizo Dios y rompió el molde. Tengo un marido que es una alhaja: todas mis amigas me lo envidian.
PADRE JUAN —> ¿Las casadas también?
FLORENTINA —> También. Y las solteras. Porque de las viudas no hay que hablar: por sabido se calla.
PADRE JUAN —> Señora, señora...
FLORENTINA —> ¡Usted no conoce a mi Toto! Se llama Teófilo; pero así es como le digo en la intimidad. Mi Toto, mi Totito... Es noble, es generoso, es guapo, adora en mí... También lo hizo Dios y rompió el molde.
PADRE JUAN —> ¡Qué lástima!
FLORENTINA —> ¿Cómo?
PADRE JUAN —> ¡Qué lástima!, pensarán las otras... las que se lo envidian a usted.
FLORENTINA —> ¡Ah, ya!
PADRE JUAN —> Y ahora pregunto yo: con unos padres tan ejemplares y un marido tan singular, ¿qué más dicha apetece usted en la tierra? No hay que ser ambiciosa...
FLORENTINA —> ¿Se le antoja a usted desatentada ambición pedirle a Dios un hijo... y que no rompa el molde hasta que yo le avise?
PADRE JUAN —> ¡Ah!... ¡Un hijo!... ¿Es por un hijo por lo que usted suspira?
FLORENTINA —> ¡Uno siquiera, padre Juan! Así la vida es imposible. Un matrimonio sin hijos es muy soso. ¡Pero muy soso! A mí se me figura que es un matrimonio equivocado. Y pensar yo que mi Toto debiera ser de otra y no mío, me estremece, me espanta. Y mi Toto, en broma, me echa a mí la culpa: me dice que yo no tengo gracia. Y yo le digo que es él quien no la tiene. Esas tonterías de los matrimonios. Y es él, ahora que no me oye. Porque, mire usted: mi hermana la de Cáceres tiene seis querubines ¡seis querubines, padre Juan, y yo ni uno sólo—; otra que vive en Montevideo, Catalina, está esperando el quinto, o al quinto y al sexto a la vez, porque así las gasta Catalina; mi hermano Manolo tiene ya dos de la primera, dos de la segunda y dos de la tercera. Esto parece una charada; pero es que Manolo se ha casado tres veces. Dígame usted ahora si con estos hermanos tiene la culpa Toto de lo que nos ocurre, o la tengo yo.
PADRE JUAN —> Así... a primera vista... la verdad... tiene la culpa Toto.
FLORENTINA —> A usted le ha hecho gracia lo de Toto. Usted es andaluz. ¡Vaya si es usted andaluz!
PADRE JUAN —> Le advierto a usted que a los de Castilla la Vieja también nos hacen gracia algunas cosas.
FLORENTINA —> ¡Ay, qué salado! Si no es usted andaluz, merece serlo. Mi Toto es andaluz.
PADRE JUAN —> Ya me lo he figurado, señora.
FLORENTINA —> Pues ésa es mi pena, padre Juan. Yo necesito en mi casa un angelín, una cabeza rubia —mi Toto es rubio...
PADRE JUAN —> Entonces... ahí tiene usted ya la cabeza rubia que necesita...

CONTINUARÁ