GRANADA...

GRANADA
Granada sultana mora, esa maravillosa ciudad vecina en la que las culturas se aglutinan y acrisolan, donde los suspiros deambulan por la Alhambra y se mezclan con los duendes del Sacromonte,
ha sido siempre para mi una ciudad encantada y misteriosa a la que había que conocer, visitar y disfrutar.
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Fue mi padre el que en mi adolescencia me llevó a Granada, por primera vez, él iba Pinos Puente a por un camión de vigas de madera de chopo para los tejados de las obras y decidió que madrugáramos mucho, veíamos Granada y a la vuelta cargaba el camión.
Llegamos a las 9 de la mañana dejando el camión a la entrada y ya empezamos la visita y el recorrido por la ciudad, con el consiguiente estupor y contento, por mi parte, ya que era la primera vez que yo salía de mi pueblo. Recuerdo la calle Reyes Católicos, vía importante de acceso porque al final había una estatua de los reyes y porque también al lado en una iglesia se encuentra la capilla donde descansan los restos de los monarcas, que por cierto visitamos.
De allí salimos al zoco, mercado típico árabe, que se conserva estupendamente y posteriormente pasamos a la catedral, que está cerca, a la plaza Birrambla con sus fuentes, sus puestos de flores, su ambiente tranquilo y singular belleza. Y de allí a otros rincones y plazas de esa preciosa ciudad.
No pudimos ver la Alhambra, como era mi deseo porque mi padre dijo que no teníamos tiempo y que ya vendría yo cuando quisiera a ver la ciudad más despacio.
Yo quedé prendado de los encantos y los atractivos de una ciudad distinta, llena de historia, llena de encanto y de misterio y donde se observaban los restos inequívocos de aquellos siglos de dominación árabe, Yo sabía que pronto tenía que volver a seguir conociendo a aquella Granada que me enamoró totalmente.
Y hay algo que aquél día quedó grabado en mi cerebro de forma indeleble, cuando bajábamos a buscar el camión pasamos por una calle muy famosa, la calle Elvira, y a su entrada había un arco árabe en donde se había inscrito esta frase: “ Dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada” Qué gran verdad, luego comprobé que el autor de la misma fue un poeta mejicano llamado Francisco de Izada. Que sin duda como cualquiera que visita este lugar, por primera vez, quedó maravillado de la ciudad del Darro y el Genil, la sin par Granada.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Estos versos se encuentran también grabados en piedra sobre un pilar de agua que hay a la entrada de la ciudad de Lanjarón.
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Saludos