ETA El grito entre rejas del etarra condenado....

ETA El grito entre rejas del etarra condenado.

Iñaki Bilbao: "Si me dieran otra oportunidad en esta vida, cogería un arma y retomaría la lucha armada aunque fuera solo"

ÁNGELES ESCRIVÁ.

Martes, 30 abril 2019 - 08:15.

Aunque los expertos descartan una ETA nueva como en Irlanda, las Fuerzas de Seguridad siguen de cerca a los 'descarriados' de la asociación que secunda a Bilbao y a Daniel Pastor, su compinche.

Iñaki Bilbao: «Si a mí me dieran una oportunidad en esta vida, cogería un arma y haría la lucha armada aunque fuera solo».

-Es inevitable, tal como están las cosas.

Los interlocutores de esta conversación son el etarra Bilbao Goikoetxea e Isabel Delgado Sanjosé, miembro destacada de la corriente ATA, escindida de ETA, crítica con la izquierda abertzale oficial, que suele ir a visitarle a prisión con cierta frecuencia al igual que otros compañeros de siglas. Se produjo el 28 de abril de 2018 aunque ha trascendido ahora, y demuestra hasta qué punto los disidentes estaban enfadados con el comunicado de la banda emitido días antes en el que ésta reconocía «el daño causado en el transcurso de su trayectoria armada». Aunque ETA le seguía endosando al Estado la culpa y justificaba la mayor parte de sus asesinatos, Bilbao insistía en que «lo han escrito quienes se han rendido».

«Es que una organización no se puede disolver teniendo integrantes en prisión», respondía ella. «ETA no se puede disolver mientras esté el sistema capitalista vigente», precisaba él tras revelar que había un grupo de presos -unos 15- que le secundaba, entre los que mencionó a Daniel Pastor Alonso, Jon Kepa Preciado, Ibai Beobide y Saioa Sánchez. «Llevo ya cinco años en aislamiento, no me ponen a nadie y menos a Daniel Pastor porque creen que podríamos convencer a otros para montar una célula», concluyó.

Inevitablemente, el asesinato de Lyra McKee por el Nuevo IRA abre la puerta a la pregunta de cuál es la situación de la disidencia de ETA y, también sale al paso la figura de este etarra baladrón, uno de los pocos casos de reincidencia en la banda y famoso por los imaginativos términos con los que ha amenazado a los jueces. Bilbao salió de prisión por primera vez en 1999 después de que lo trasladaran a cárceles vascas porque la administración penitenciaria consideró que había «puesto de manifiesto su rechazo a los postulados de la banda». Tres años después asesinaba al concejal socialista Juan Priede. A la magistrada Teresa Palacios le soltó: «Fascista, tienes los días contados». Frente a Baltasar Garzón se sintió especialmente inspirado y gritó: «Que te mato, pelamangos, me cago en el kilómetro 105 de tus cuernos».

Para los expertos de las Fuerzas de Seguridad es un tipo desquiciado con el escaso margen de maniobra que le ofrece su situación de aislamiento, pero también lo llevan considerando desde 2014 el «principal ideólogo del movimiento Ibil», que entonces fue investigado por la Audiencia Nacional, que estaba formado por unos 50 radicales y que tenía como uno de sus objetivos «la reactivación, en un futuro indeterminado, de la actividad terrorista abandonada por ETA».

La existencia de este sector se pudo comprobar cuando en las elecciones de 2011 sus integrantes pidieron la abstención a pesar de que la izquierda abertzale estaba representada por Amaiur. Pasó un tiempo hasta que se aglutinaron tras un nombre. Meses después de que lo hicieran, cinco autobuses aparecieron quemados y unos pasquines exigiendo la libertad para los etarras presos hicieron que todas las miradas se volviesen hacia Ibil. A diferencia de la situación en Irlanda, nada más volvió a ocurrir.

Excepto que el movimiento continuó caminando penosamente. Intentando repetir la estructura que tenía ETA bajo el nombre de ATA y con cuatro pilares que sostienen su armazón: Ibil, el aparato militar -del que nada se ha vuelto a saber-; ATA para los presos; Herritar Batasuna, el partido; y Gazte Koordinadora Sozialista (GKS) o coordinadora juvenil socialista, presentada al público el pasado febrero.

En 2017, los dos portavoces de ATA, Sendoa Jurado y Ziortza Fernández -detenidos meses antes junto a Isabel Delgado, la interlocutora en prisión de Bilbao, por enaltecimiento del terrorismo-, se mostraban satisfechos en una entrevista por cómo habían crecido en los últimos tres años y reprochaban a Arnaldo Otegi haberse «integrado en el sistema» y haber renunciado a la bandera de la amnistía. Llamaban a los presos etarras «personas que son el máximo exponente de generosidad respecto a sus ideales», que no merecen «que se les diga que todo lo que han hecho no merece la pena».

Expertos de las Fuerzas de Seguridad consideran que se trata de «gente residual», «repartida de forma irregular», «nostálgicos con escasa actividad orgánica», pero esto no impide que los consideren un peligro potencial que ha de ser vigilado. «No tenemos órdenes para vigilar a Ernai (las juventudes de Bildu) y sí las tenemos para rastrear lo que puedan hacer los elementos integrantes de la escisión», explican. Especialmente porque no quieren llevarse sorpresas. Tienen muy presente que dos días antes de que ETA escenificase en marzo de 2017 la entrega de sus armas, miembros de la corriente discrepante se presentaron en un caserío particular donde estaba escondida una buena cantidad de armamento dispuesto a ser entregado y se lo llevaron haciendo oídos sordos a las amenazas de sus compañeros de pasados asesinatos.

70.000 MANIFESTANTES
Desde 2015, todas las manifestaciones por la libertad de los presos han sido convocadas por separado. Este año, el Movimiento pro Amnistía y contra la Represión conocido por ATA ha aglutinado en Bilbao a 500 personas bajo el lema «Amnistía total» mientras sus antiguos amigos sacaban a 70.000 manifestantes a la calle al grito de «Ahora los presos».

El pasado Aberri Eguna, Herritar Batasuna convocó a los suyos en Elgeta. Asistieron unas 60 personas. En el comunicado con el que los simpatizantes fueron convocados se decía: «Queremos manifestar que seguimos luchando con mayor ímpetu si cabe por nuestros objetivos tácticos tras quedar al descubierto la traición de la pequeña burguesía socialdemócrata autonomista». «Sólo mediante la Revolución Socialista es como el pueblo trabajador vasco llegará a alcanzar la Independencia y la Reunificación Nacional», añadía recordando antiguas exigencias bautizadas con distintos nombres. Volvieron a pedir la abstención para estas elecciones.

Y hace unos días, las juventudes disidentes recientemente configuradas protagonizaron unas jornadas de tres días en Llodio a las que acudieron 80 jóvenes. Los informes policiales sostienen que lo que pretende este movimiento es «la captación de jóvenes» y «controlar a las organizaciones que han ido surgiendo a nivel local y que están implantadas en centros educativos y gaztetxes».

La izquierda abertzale oficial y la disidente ha llegado a las manos y han desahogado sus diferencias a puñetazos en medio de la calle. Pero tienen en común su persistente vocación de mantener la violencia explícita o soterrada contra quienes no están de acuerdo con ellos. Maite Pagazaurtundúa, europarlamentaria y hermana de Joseba, asesinado por ETA, lo llama «microviolencia moral» propia de una «patología política» que es incapaz de aceptar la democracia. Lo demuestran el acoso y los escraches a los que son sometidos quienes se acercan a los feudos de la izquierda abertzale para difundir un mensaje que no es el suyo y en los que están presentes tanto los disidentes como los abertzales evolucionados.