LAS REGLAS DEL JUEGO, Castilla la Mancha

LAS REGLAS DEL JUEGO

Mis juegos infantiles no estaban exentos de reglas, tanto los juegos al aire libre, como los juegos en las aulas.
Un día me enseñaron que había unas señoras muy importantes llamadas damas. Sin colores y en blanco y negro. Ellas sabían muy bien por donde caminar sin ser comidas y pilladas.
Y era lo mejor el que hubiera unas reglas para cada movimiento. Si había que respetar pero lo mejor era que así te respetaban a ti también. Las reglas eran ambivalentes.
Por un momento, el rojo y el azul dejaron de pelearse entre ellos. Porque, puede que alguien no lo sepa pero los colores hacían estragos, incluso entre los niños.
¿Le importó a alguien, alguna vez que tuviera mas rojo intenso en la sangre que cualquiera de los que se llamaban "rojos"? Nunca. Fueron tan ignorantes que nunca apreciaron mi rojo en vena. Lo desconocían o se ponían una venda en los ojos para no ver sino mi procedencia "azul", haciendo que caminara y caminara en busca de mis orígenes primeros. Y en mi primera salida los encontré. En un diminuto bosquecillo, a la luz de un candil encontré muchas más historias que aquellas que me negaron.
Veía sombras por las noches, patos en un estanque, maravillas y nubes multicolores. Veía como se movían las figuras en blanco y negro, y se iban diluyendo los colores al caer la noche.
Al poco tiempo me encontré con aquellas damas tan elegantes y tan sabias que eludían a sus contrarios porque en el juego predominaban las reglas, las sabían y las respetaban.
Paso correcto, y avanzabas; o paso erróneo, y te comían. Ni trampa ni cartón.
Cada juego podías elegir color, no predeterminado en tus genes, que tan engañosos fueron para mi y los míos; y tan crueles.
Por negarte, te negaron incluso el agua. Lo cual era imposible en el pueblo de las mil fuentes pero los ignorantes no lo sabían.