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Fernando Vizcaíno decidió a finales del año pasado que “dejaba las calles”. Estaba frustrado. Vizcaíno, profesor de yoga, era uno de los rostros más conocidos del negacionismo del coronavirus en España, un movimiento anticiencia que considera que la pandemia es una “patraña”, la vacunación es “ilegal” y “no protege”, las pruebas PCR “no detectan nada” y Bill Gates está “detrás” de gran parte de lo ocurrido. Había organizado manifestaciones en varias ciudades, colgado vídeos en su canal de YouTube (ahora cerrado por la propia plataforma), escritos en su blog. Pero la respuesta era residual. “Cuando te das cuenta de que aquí no hay masa crítica, te preguntas para qué haces todo esto, explica

¿Cómo nos engañan los negacionistas? En la imagen, manifestación de negacionistas en Madrid, en agosto del 2020.
TEORÍAS CONSPIRANOICAS
¿Cómo nos engañan los negacionistas?
La concentración más importante convocada por Vizcaíno tuvo lugar en la plaza de Colón, en Madrid, en agosto de 2020. Acudieron unas 2.500 personas, según la policía. Salió en todos los medios. “Pero no fue un éxito –admite-. Habría sido un éxito si hubiesen venido 100.000 personas. Fue una fiesta, porque había mucha gente harta de aguantar esta infamia. Se lo pasaron muy bien. Un éxito es lo que está ocurriendo en Francia. Allí la gente sí sale a la calle. Aquí no”.

El negacionismo español, un movimiento que no ha prendido en este año y medio desde el primer estado de alarma, como tampoco lo han hecho otro tipo de protestas contra las restricciones para frenar el covid, mira a Francia con envidia. En el país vecino, cientos de miles de personas llevan más de un mes manifestándose semanalmente contra la vacunación obligatoria de los sanitarios y la exigencia de contar con el pasaporte covid para ir a restaurantes y viajar en trenes, autobuses y aviones.

Una uci de pacientes con covid en el edificio Garbí del Parc Sanitari Pere Virgili, dependiente de Vall d’Hebron.
TESTIMONIO
Un negacionista en la uci
En España, en cambio, las protestas directamente relacionadas con el covid han sido escasas: la llamada ‘rebelión de los cayetanos’ (habitantes de zonas ricas, como la madrileña calle de Núñez de Balboa, que a mediados del año pasado se manifestaron sin autorización contra el Gobierno), algunos disturbios en otoño frente a las nuevas restricciones a la movilidad, las cíclicas y desangeladas concentraciones del movimiento negacionista puro y poco más. Apenas han representado un problema, a pesar de que la oposición las ha alentado. Sobre todo Vox, pero también algunos dirigentes del PP. “Esperen a que la gente salga a la calle, porque lo de Núñez de Balboa les va a parecer una broma”, dijo al Gobierno central la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en mayo de 2020.

Los motivos
Sociólogos, antropólogos y especialistas sanitarios ofrecen varios factores para explicar la diferencia a ambos lados de los Pirineos. La confianza en las vacunas es mucho mayor en España. La ultraderecha es más fuerte en Francia. Aquí el Ejecutivo no ha aplicado medidas duras como exigir certificado c

Miles de alemanes necesitan otra dosis de vacuna porque les inyectaron una solución salina
Los negacionistas españoles reconocen todos estos hechos, pero los interpretan de otra manera. “Francia es el país de la libertad. La mentalidad francesa es muy diferente que la española. Los franceses son revolucionarios de por sí. En España hay mucho más conformismo”, señala Sonia Vescovacci, líder de Policías por la Libertad, un grupo presente en 10 países, con 200 miembros en España según sus propios cálculos, que organiza protestas y asiste a quienes han sido multados por no llevar mascarilla. Famosos negacionistas como Josep Pàmies, el agricultor de Lleida que emplea un derivado de la lejía para tratar enfermedades, y el cantante Miguel Bosé les han prestado su apoyo. Pero Vescovacci reconoce su escasa capacidad de movilización. “Muchas manifestaciones han sido un desastre. Ha sido un cuadro desolador para muchos organizadores. Montar una manifestación lleva mucho tiempo. Luego llegas allí, te encuentras con solo un puñado de personas y dices: ‘Madre mía, qué desastre’”, explica.

Vescovacci tiene la doble nacionalidad: es francesa y española. Lleva casi dos años en excedencia de la Policía Nacional. “Ahora mismo no podría volver –señala-. Entre el activismo y mi familia, no me da la vida. Estoy separada con dos hijos, de 9 y 11 años, y tengo una madre minusválida a la que atender. El curso pasado no llevé a los niños a la escuela. No quería que llevasen mascarilla. Y he tenido problemas con el padre por este tema. Cuando estaban con él, sí iban al cole. Cuando estaban conmigo, no”. Al igual que Vizcaíno, no está vacunada. “La pregunta ofende”, dice, riéndose. Tampoco piensa vacunar a sus hijos: “Ya le he comunicado a su padre por burofax que nadie va a tocar a los niños”.