ROSA BELMONTE....

ROSA BELMONTE.

Hay quien ve exaltación del franquismo como el niño de «El sexto sentido» veía muertos.

Rosa Belmonte / ABC, 26 de julio de 2017 a las 08:04.

PARECE que hay una epidemia de exaltación del franquismo. En el Valle de los Caídos, un señor profesor y arqueólogo dice que fue obligado a abandonar el lugar tras retirar de la tumba de Franco un ramo de flores que había dejado otro señor que también hizo el saludo fascista.

«Estoy retirando el ramo porque es ilegal», dijo a la empleada de Patrimonio Nacional que le llamó la atención. Le faltó sacar la Ley 52/2007 de 26 de diciembre, es decir la de la Memoria Histórica, esa que según Ignacio Gómez de Liaño impregnó los acontecimiento históricos de emotividad y, por tanto, de fanatismo.

El profesor iba con un grupo de alumnos norteamericanos. Me los imagino como los uniformados que lidera Gabino Diego en «Amanece que no es poco» descubriendo en la sierra de Albacete una España pintoresca.

Menuda suerte encontrarse con algo tan extraordinario en el Valle de los Caídos. Sólo ir al entierro de José Utrera Molina habría sido mejor, con el «Cara al sol» que tanto gustaría a Albert Boadella de himno nacional.

Unos días antes del episodio del Valle de los Caídos, en el programa de televisión «First Dates», se conocieron María Jesús y Pablo, ambos de 77 años y ambos aficionados a bailar. Él prefería los bailes de salón; ella la bachata y la rumba. A María Jesús no le gustaba que Pablo tuviera barriga pero sí su conversación.

«Dialoga, entiende, deja hablar».

No hubo segunda cita porque vivían lejos, pero sí hubo otro punto de coincidencia.

«He tenido varias profesiones. He sido cristalero, cerrajero, albañil... He trabajado incluso en El Pardo. Dicho sea de paso, para mí Franco es lo mejor que ha habido en España», dijo Pablo.

Y María Jesús: «Para mí también. Yo no tengo nada en contra de la monarquía, ni mucho menos. Pero yo con Franco he vivido mejor que ahora... Con Franco tenía una casita. La vendí, y ese dinero era mío. Ahora tengo un piso y la mitad es para Hacienda. Eso a mí no me gusta».

Al día siguiente, los portales de televisión y las páginas webs, normalmente escritos por personas jóvenes, hablaban de exaltación y apología del franquismo en el programa de citas. Demonios, si a esa gente le iba mejor con Franco por qué no lo iba a expresar.

Que la democracia está sobrevalorada es algo que sólo puede decir Frank Underwood, porque si no te ponen de vuelta y media, igual que si te declaras taurino o te ríes de la ridícula legislación balear sobre las corridas. Te salen un montón de haters con la motosierra. Califican tus artículos de zurullos y a ti de subnormal para arriba. Que será verdad.

Me gusta lo que la política de Rajoy, ya que nos empeñamos en que todo lo es, tiene de exaltación callada del franquismo. Aquilino Duque escribe en «Una cruz y cinco lanzas» (Renacimiento) que Pedro Gamero del Castillo le contaba que en un consejo de ministros «de la inmediata trasguerra» alguien expuso un tema y concluyó que había que resolverlo con urgencia. Franco sentenció: «Nada es urgente».

Es el «Despacito» de antes. Algo tan franquista como el «nada es urgente» ha debido de pensar Rajoy del asunto catalán. Recuerda Montaigne en sus «Ensayos» (en «Si el jefe de una plaza sitiada debe o no salir a parlamentar») que los antiguos florentinos estaban tan lejos de alcanzar por sorpresa ventaja sobre sus enemigos que advertían a estos un mes antes de echar las tropas al campo por medio del continuo toque de la campana que llamaban Martinella.

Qué gran titular el de la portada de ABC este 25 de julio de 2017: «Puigdemont promete burlar -y hacer burlar- la ley». Y lo lleva haciendo demasiado tiempo. Con la Martinella.