¡A por la victoria moral!...

¡A por la victoria moral!

Si Arrimadas logra una papeleta más que su seguidor ningún separatista podrá volver a arrogarse la representación de Cataluña.

Isabel San Sebastián.

Actualizado:

21/12/2017 08:36h.

Es prácticamente imposible que después de mañana se logre formar un gobierno constitucionalista en Cataluña. Sigo pensando que estas elecciones se han convocado prematuramente, sin tiempo para limpiar las incontables estructuras viciadas por treinta años de poder nacionalista desleal, y que el desenlace más probable del escrutinio será un empate entre bloques que nos abocará a la parálisis. Dicho lo cual, la lectura política de estos comicios variará radicalmente si quien logra alzarse con la victoria es Ciudadanos. Si Inés Arrimadas consigue una papeleta más que su inmediato seguidor, el 21-D habrá supuesto un punto de inflexión en la historia de esta nación y ningún separatista podrá volver a arrogarse la representación de Cataluña. Nunca más. El voto útil por tanto para cualquiera que quiera una Cataluña integrada en España y en Europa, una Cataluña libre, donde las empresas puedan prosperar y las personas sean tratadas como ciudadanos iguales, es el voto a la formación naranja.

Las encuestas señalan una movilización sin precendentes derivada precisamente de la trascendencia de esta convocatoria. Los catalanes acuden a las urnas a los dos meses escasos de haber visto a sus gobernantes perpetrar un golpe de Estado frustrado por la acción del Gobierno y de la Justicia, en virtud del cual uno está huido y otro en la cárcel. Pese a ello, ambos concurren como candidatos. ¿Alguien se imagina a Tejero y Armada presentándose en las listas de un partido después del 23-F? No. Los españoles no lo habríamos consentido, por mucho que entonces tampoco se derramara sangre, como arguyen ahora los golpistas. Claro que entonces la democracia era una conquista más reciente y por ende más apreciada. Con los años parece haber perdido valor, hasta el punto de aceptar como natural lo que en ningún país de nuestro entorno se toleraría: las peregrinaciones al «santuario» independentista de Estremera, los mítines protagonizados por Forcadell, en libertad condicional presuntamente a cambio de mantener un perfil bajo, la omnipresencia del prófugo Puigdemont en todos los medios de comunicación. Tejero, Armada y Milans en loor de multitud, jaleados a toda hora por las «televisiones amigas». ¡Inconcebible!

Por si no bastara con esa anormalidad, las reglas del juego electoral benefician escandalosamente a los separatistas. Barcelona capital, donde las fuerzas constitucionalistas tienen el grueso de su fuerza, representa un 75 por ciento del censo electoral pero apenas elige a un 63 por ciento de los diputados autonómicos. Una injusticia evidente consolidada por los nacionalistas con el pretexto de dar voz al ámbito rural y la voluntad real de acaparar el poder sin posibilidad de alternativa. Los candidatos de Ciudadanos y PP han tenido que hacer frente durante la campaña a insultos y conatos de agresión sin parangón en el otro bloque. Y los medios de comunicación autonómicos militan descaradamente en las filas del independentismo.

Si la dignidad fuese un factor de peso en el desenlace de unas elecciones, Inés Arrimadas cosecharía un triunfo abrumador y García Albiol obtendría un resultado aceptable. Iceta, tan dado a cambiar de pareja de baile, se estrellaría junto al cobarde Puigdemont. Lamentablemente, tal como nos enseñaron los comicios vascos de 2001, a pocos les mueve ese parámetro a la hora de votar. Cobra más importancia el pragmatismo, el sectarismo o el miedo. Con todo, los sondeos confirman que la joven candidata naranja puede ganar. Es la mejor colocada. Tiene carisma, coraje, capacidad y convicción. Ha hecho una campaña extraordinaria. La suya sería una gigantesca victoria moral tan merecida como necesaria para Cataluña y para España.

Isabel San Sebastián.

Articulista de Opinión.