Epidemia de hedonismo....

Epidemia de hedonismo.

Replegados en la extrema individualidad se va desatendiendo lo común.

Luis Ventoso.

Actualizado:

21/10/2018 00:55h.

Las sociedades más prósperas del planeta están siendo víctimas de una epidemia de hedonismo, que lleva aparejado un creciente desinterés por la obra común que impulsa a las grandes naciones. La adolescencia mental se ha expandido tanto que casi empalma con la jubilación. El primer mandamiento es disfrutar. A veces ni los presuntos intelectuales logran escapar del paradigma disfrutón. Por ejemplo, en España existe una generación de «jóvenes» articulistas -cercanos ya a la cincuentena- que son alérgicos al compromiso y cuyo fiel de la balanza moral es «divertido o no divertido». Lo divertido es bueno. Lo aburrido, aunque sea necesario y virtuoso, se desdeña como rancio. Buena parte de la sociedad española adulta -no digamos ya la joven- solo se siente colmada en «el finde», con sus cañitas, su fútbol y su empacho de folletines de Netflix. Los «amigos» -término empleado con engañosa largueza- proliferan como nunca. Pero son virtuales, y si un día apareciésemos de visita por sus casas les daría un síncope. La fe religiosa cae en picado, sin que aparezca un sustituto para el hueco que ha dejado en las almas, solo placebos consumistas.

El patriotismo (en su sentido más noble, no estoy hablando del nacionalismo), también cotiza a la baja. Muchas personas ya no se identifican con un proyecto común capaz de hermanar a todo un pueblo, sino que se refugian en ciertos rasgos minoritarios que son exacerbados (yo ya no soy español, o francés, o estadounidense... me defino como vegana, o LGBT, o adicta al pilates, o montañero, o hincha de los Lakers). En los campus anglosajones se extiende el fenómeno «piel de melocotón»: estudiantes que se niegan a que los saquen de su zona de confort y que rechazan todo debate intelectual que pueda cuestionar sus posiciones apriorísticas. Entre los jóvenes japoneses, el imperio de la comodidad llega al extremo de que se registra un creciente desinterés por las relaciones sexuales, pues al fin y al cabo obligan a salir por un instante del individualismo extremo. En Occidente cada vez tenemos menos hijos (cuidarlos es cansado, roban horas de ocio y dificulta nuestra perenne adolescencia).

En el ágora de internet todas las opiniones valen lo mismo y las voces se entremezclan en un griterío sin un guion claro. Están desapareciendo los políticos y grandes pensadores con ascendente moral sobre toda la sociedad, y los que lo logran se caen del pedestal a velocidad de vértigo (está estudiado que la taquicardia de internet, proclive a los juicios sumarísimos, ha acelerado los relevos de altos ejecutivos, la quema de los políticos y hasta el despido de entrenadores de fútbol). A lo largo del último año, con la crecida golpista catalana y todo lo que vino después, asombra la abulia con que buena parte de la sociedad española observa impávida como se van erosionando los pilares de nuestra democracia, las libertades y derechos que tanto costó conseguir. Esa ceguera, a la postre suicida, guarda mucha relación con la epidemia del individualismo y el hedonismo extremo que nos narcotiza.

Luis Ventoso.

Director Adjunto.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Vaya Triana. Ya era hora que pudiera leer algo en ABC con lo que estoy totalmente de acuerdo. Claro que, esto lo llevamos diciendo otros varios años.