El sitio de los golpistas....

El sitio de los golpistas.

Atentar contra la unidad de España, como hizo la cúpula de la Generalitat, ha de ser normalizado como inocente atavismo de un pueblo que en días de fiesta sabe disfrutar a lo grande para contárselo al mundo.

Jesús Lillo.

Actualizado:

19/12/2018. 01:28h.

Lo que pasa en Cataluña se queda en Cataluña. No es el eslogan del tráiler de «Resacón en Lloret de Mar», sino el argumento de la defensa de los imputados por el golpe separatista para quitarse de en medio al Tribunal Supremo y trasladar el juicio a Barcelona. Según su versión, aquello no pasó de ser una cosa de andar por casa, una muestra de localismo que entre tractores, pantallas gigantes y alcaldes engorilados se queda en el folclore de cada uno, en una desinhibida exhibición de cultura regional, como el que quema un contenedor para hacerse unos calçots. Ante el juez Manuel Marchena y durante la vista de los artículos de previo pronunciamiento celebrada ayer en el Supremo, los letrados de los cabecillas del procés trataron ayer de quitarle importancia geográfica a la insurrección del año pasado. Lo dicen quienes desde el primer momento planificaron su golpe al Estado como una campaña de alcance global, maquinada desde y para el extranjero a través de las redes sociales, con un sistema de voto habilitado en las delegaciones exteriores de Cataluña y amplificada por un lobby de pago y por los observadores internacionales que se sumaron a una función que desde el primer momento fue subtitulada para conocimiento y estremecimiento internacional. Ayer mismo ficharon a Ai Weiwei, muy de la tierra, como Yoko Ono, otra musa local que se apuntó al bombardeo y la tómbola. Karmele nunca estuvo sola.

A las duras y las maduras, las obsesiones identitarias del nacionalismo se manifiestan a través de un movimiento de sístole y diástole cuya fase expansiva sirve para exagerar cualquier hecho diferencial y cuyo estadio contractivo permite limitar las consecuencias de sus actividades ilícitas al ámbito doméstico. Practican y financian el victimismo universal con balcones a la calle e internet, pero luego reculan y aseguran que sus charlotadas no tienen recorrido más allá de las fronteras regionales que aparecen en sus manuales de estudio.

Atentar contra la unidad de España, como hizo la cúpula de la Generalitat, ha de ser normalizado como inocente atavismo de un pueblo que en días de fiesta sabe disfrutar a lo grande para contárselo al mundo. Incluso el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, donde los golpistas quieren ser evaluados, le viene grande a lo que no pasó de ser la astracanada otoñal de cuatro cierrabares. En un buen juzgado de paz se suelen ventilar estas cosas de verbena y desfase, pero son precisamente las fronteras que tanto inquietan y afligen al nacionalismo las que van a determinar que finalmente se sienten en el banquillo del Supremo, el mismo tribunal que, a las malas y las bravas, con tractores y alcaldes en vez de abogados, quisieron quitarse de en medio y para siempre.

Jesús Lillo.

Redactor.