Derrotado y mitinero.
Pedro Sánchez dio la sensación de estar desesperado, dolido, justificándose y reprochando a la oposición que haga oposición.
Juan Fernández-Miranda.
Madrid.
Actualizado:
15/02/2019 11:19h.
Menudo mitin. Pedro Sánchez ha convertido la sala de prensa del Palacio de La Moncloa en el escenario del primer acto de campaña electoral. Con 5 minutos de intervención y una ronda de preguntas a todos los periodistas convocados habría suido suficiente. Es más, con tres palabras bastaba: 28 de abril. Todo lo demás es verborrea, partidismo y lecturas interesadas de una realidad que tiene poco que ver con el país que gobierna. Más de 20 minutos para justificarse: con doctrina, con media verdades y con mentiras.
Acorralado. Sánchez dio la sensación de estar desesperado, dolido, justificándose, reprochando a la oposición que haga oposición, culpando a los demás de no dejarle gobernar y lo más importante: obviando que sólo tiene 84 escaños, ésa es su principal debilidad: no ha sido capaz siquiera de aprobar unos Presupuestos. ¿Existe mayor fracaso de un gobernante? A pesar de todo, tras esa cínica retórica de la política con mayúsculas está un presidente agotado. El mensaje sonó a despedida. «Espero que nos sigamos viendo durante mucho tiempo», ha concluido.
Sánchez ha contado su verdad, la del secretario general del PSOE, y ha obviado que es presidente del Gobierno de todos los españoles. Pero esto no es novedad: en su ejecutoria como presidente nunca se ha elevado por encima del debate política. Tal vez por estrategia, tal vez por incapacidad, lo cierto es que han sido ocho meses y medio de confrontación con los constitucionalistas y acercamiento a los independentistas, de abuso del decreto como fórmula de Gobierno y de desprecio a la transparencia.
En su intervención inicial apenas ha mencionado Cataluña, y ha disparado doctrina electoral a cascoporro: la bandera de la lucha contra la desigualdad, como si el Gobierno anterior no hubiese creado varios millones de empleos; y diálogo con todos, cuando se ha dedicado a estigmatizar a sus rivales como «las tres derechas», o la derecha «trifálica» como dijo la deslenguada ministra de Justicia, y a apoyarse.
Juan Fernández-Miranda.
Redactor jefe.
Pedro Sánchez dio la sensación de estar desesperado, dolido, justificándose y reprochando a la oposición que haga oposición.
Juan Fernández-Miranda.
Madrid.
Actualizado:
15/02/2019 11:19h.
Menudo mitin. Pedro Sánchez ha convertido la sala de prensa del Palacio de La Moncloa en el escenario del primer acto de campaña electoral. Con 5 minutos de intervención y una ronda de preguntas a todos los periodistas convocados habría suido suficiente. Es más, con tres palabras bastaba: 28 de abril. Todo lo demás es verborrea, partidismo y lecturas interesadas de una realidad que tiene poco que ver con el país que gobierna. Más de 20 minutos para justificarse: con doctrina, con media verdades y con mentiras.
Acorralado. Sánchez dio la sensación de estar desesperado, dolido, justificándose, reprochando a la oposición que haga oposición, culpando a los demás de no dejarle gobernar y lo más importante: obviando que sólo tiene 84 escaños, ésa es su principal debilidad: no ha sido capaz siquiera de aprobar unos Presupuestos. ¿Existe mayor fracaso de un gobernante? A pesar de todo, tras esa cínica retórica de la política con mayúsculas está un presidente agotado. El mensaje sonó a despedida. «Espero que nos sigamos viendo durante mucho tiempo», ha concluido.
Sánchez ha contado su verdad, la del secretario general del PSOE, y ha obviado que es presidente del Gobierno de todos los españoles. Pero esto no es novedad: en su ejecutoria como presidente nunca se ha elevado por encima del debate política. Tal vez por estrategia, tal vez por incapacidad, lo cierto es que han sido ocho meses y medio de confrontación con los constitucionalistas y acercamiento a los independentistas, de abuso del decreto como fórmula de Gobierno y de desprecio a la transparencia.
En su intervención inicial apenas ha mencionado Cataluña, y ha disparado doctrina electoral a cascoporro: la bandera de la lucha contra la desigualdad, como si el Gobierno anterior no hubiese creado varios millones de empleos; y diálogo con todos, cuando se ha dedicado a estigmatizar a sus rivales como «las tres derechas», o la derecha «trifálica» como dijo la deslenguada ministra de Justicia, y a apoyarse.
Juan Fernández-Miranda.
Redactor jefe.