Sánchez, feliz....

Sánchez, feliz.

No hay mejor regalo para el PSOE que la derecha fragmentada.

Luis Ventoso.

Actualizado:

25/02/2019. 00:11h.

El formidable Manuel Fraga, el unificador del conservadurismo español, gastaba un temperamento volcánico. Siendo un gacetillero pipiolo, acudí con un querido compañero a entrevistarlo en el Palacio de Rajoy, frente a la catedral compostelana, donde tenía su despacho de presidente de la Xunta en la era previa a la suntuosa hipertrofia autonómica. Pasado un rato de agradable interrogatorio, le pregunté si iba a presentarse una vez más a las elecciones gallegas. La pregunta lo indignó: «Lo saben hasta los niños de escuela. Lo sabe un tonto de baba. ¡Nooo!», bramó el viejo león, dando la entrevista por concluida. Huelga decir que sí se presentó.

Aquel hombre torrencial y peculiar, que lo mismo era capaz de dejarte seco con un exabrupto que de emocionarse hasta las lágrimas, fue el autor de un gran logro político, que contribuyó durante décadas a la estabilidad del país: la unificación de todo el conservadurismo bajo una única marca. Allí cabían desde el centrismo de corazón social hasta la derecha más firme. Hoy la obra de Fraga ha sido desmontada. El voto conservador se divide en tres partidos, lo que contribuye a acercar al poder a una izquierda sin sentido de Estado y que hoy encabeza Sánchez, paradigma del oportunista poliédrico.

El PP se ha ido desinflando por sus dos flancos. A babor se le escurren votantes hacia Ciudadanos, hartos de corrupción y deseosos de un conservadurismo más moderno. Por estribor la fuga es a Vox, que engancha a quienes desean máxima contundencia frente al nacionalismo y creen que el Estado autonómico fue un error. Según la encuesta que hoy publica ABC, el flamante y joven líder del PP no está logrando parar esa sangría, ni por el costado izquierdo ni por el derecho. El 28 de abril, Casado obtendría 40 diputados menos que Rajoy en junio de 2017. Pero además la división del voto conservador en tres marcas será una alfombra roja para Sánchez, porque la suma de PP, Cs y Vox no alcanza la mayoría absoluta. Por el contrario, Sánchez, que sería el más votado y subiría 37 escaños ante el desplome de Podemos, sí podría armar otro Gobierno zombi con separatistas y comunistas.

La disyuntiva de Casado es endiablada. Si vira al centro, engorda a Vox. Y si emula a Vox, engorda a Ciudadanos. Para regatear ese dilema ha comenzado a apelar al voto útil, lo cual es razonable, pues tal estrategia ha funcionado otras veces. Pero al final las elecciones se ganan proyectando una idea-fuerza muy clara que una alrededor de ella a una gran mayoría social. González en 1982, con «el cambio». Aznar en 1996, prometiendo acabar con la corrupción felipista y liberalizar el país. Rajoy con su oferta de rescatar a España de la quiebra zapaterista, que le valió su mayoría absoluta de 2011. Trump en 2016, con su eslogan de atender a la América olvidada y hacerla grande otra vez. Macron con su plan de poner en hora el reloj de Francia, que le dio la victoria en 2017. ¿Cuál es la idea nítida de Casado para distinguirse de los dos partidos que beben en su caladero? Esa es la pregunta que tendrá que responder de aquí a abril, so pena de despeñarse (él y España).

Luis Ventoso.

Director Adjunto.