HORIZONTE....

HORIZONTE.

Con distintas varas de medir.

Una legislatura después, a la vista está lo que queda del poder de Podemos. No es lo mismo predicar que dar trigo

Ramón Pérez-Maura.

Actualizado:

31/05/2019 00:03h.

Resulta extremadamente fácil hacer política cuando no se tienen responsabilidades de Gobierno ni perspectiva próxima de tenerlas. Así llegó el repentino auge de Podemos hace un lustro cuando irrumpieron en las elecciones europeas de 2014 con cinco escaños y un año más tarde conquistaban las alcaldías de Madrid, Barcelona, Zaragoza y La Coruña, entre otras muchas. Una legislatura después, a la vista está lo que ha quedado de aquel poder. No es lo mismo predicar que dar trigo. Ahora el partido en auge en las elecciones generales de hace un mes ha sido Ciudadanos, que también se ha mantenido limpio de polvo y paja hasta el pasado mes de diciembre en Andalucía -aunque amparando las corruptelas del PSOE allí hasta que resultó evidente que aquello ya era insostenible.

Los resultados del pasado domingo han generado un nuevo escenario en el que Ciudadanos está obligado a pactar. Es decir, a mojarse. Y Albert Rivera huye de compromisos así. El panorama es muy sencillo: o te alineas en el bloque de la derecha o juegas a ambos bandos, lo que implica que no puedes pretender llegar a liderar ninguno.

El primer hecho relevante ha surgido de Barcelona, donde el candidato de Ciudadanos, Manuel Valls, ha anunciado su disposición a apoyar a la podemita Ada Colau para que sea la próxima alcaldesa. Es evidente que Valls tiene vida propia -no sólo en política- y no es un militante de Ciudadanos, pero ese fue el candidato que Ciudadanos ofreció a los suyos. Y lo hizo con lógica, porque es un histórico miembro del Partido Socialista Francés y las raíces de Ciudadanos están en ese ámbito ideológico. Su presente, quién sabe dónde está.

Desde Madrid la dirección del partido ha salido rápidamente a contradecirle, pero es el candidato que Rivera puso libremente y por el que pidió a sus muchos votantes barceloneses que sufragaran -quizá por eso lo hicieron muchos menos de lo previsto-. Ahora tiene que hacer frente a sus contradicciones.

Cuando se conoció el resultado de Andalucía, Ciudadanos dijo que ellos sólo iban a pactar con el PP, no con Vox. La mano izquierda de Teodoro García Egea y Juan Manuel Moreno Bonilla, logró convencer a Vox para que apoyase sin retribución. Vox acababa de llegar a un parlamento y era injustificable que su voto impidiese el cambio tras cuarenta años de socialismo en Andalucía.

Pero en mayo de 2019 hemos entrado en otra fase. Vox es hoy un partido ampliamente implantado como lo era Podemos hace cuatro años. Y como el anticonstitucional partido de izquierda entonces, hoy aspira a tener cuotas de poder. Con la enorme diferencia respecto a Podemos de que son un partido plenamente constitucional que aspira a reformar aspectos de la Carta Magna que no comparte -no a quemar la Constitución como desea Podemos-.

Así las cosas, es muy grave que el candidato de Ciudadanos en Barcelona respalde a la candidata de Podemos mientras en Madrid y el resto de España escuchamos decir a Rivera que ellos sólo negocian con el PP y que después Vox puede sumarse a lo acordado. Yo entiendo perfectamente a Rocío Monasterio cuando declaraba ayer a Juan Pablo Colmenarejo en Onda Madrid que el modelo andaluz está ya superado. Una misma vara de medir, por favor. No puede ser legítimo pactar con un partido que quiere derribar nuestro sistema e ilegítimo hacerlo con uno que quiere reformarlo (y del que discrepo ampliamente).

Ramón Pérez-Maura.

Articulista de Opinión.