VIDAS EJEMPLARES....

VIDAS EJEMPLARES.

Y ahora, ¡hormigas!

Casi es preferible morirse un poco antes que cumplir los consejos saludables.

Luis Ventoso.

Actualizado:

22/07/2019 00:04h.

Algunas mañanas me planto legañoso en el baño para afeitarme y al contemplar mi careto en el espejo doy un respingo de auténtica sorpresa: ¿Qué diablos hago vivo? En realidad la ciencia calcula que debería llevar una temporada fiambre. Rara es la semana en la que no surge alguna nueva alerta médica llamativa. Unas vienen rubricadas por ilustres instituciones y revistas científicas, otras son de ignotas universidades que buscan su minuto de gloria. Por lo visto, cenar tarde viene a ser como pisar un campo de minas. Así lo asegura el «European Journal of Preventive Cardioloy», que concluye que si te vas a la cama en menos de dos horas después de la cena, el riesgo cardíaco se dispara (bingo: lo hago casi todos los días). Las tostadas del desayuno me gustan un poco bronceadas. Mal: amenaza de cáncer. Las patatas fritas, un manjar en compañía de las birras heladas estivales, contienen la peligrosa acrilamida, por lo visto cancerígena y objeto de debates en la UE casi tan complejos como los del Brexit. El mito de la copita de vino saludable, aquella coartada que tan felices nos hacía (y que los fines de semana multiplicábamos por tres) también se ha venido abajo. La Sociedad Española de Médicos de Familia aclara que todo el alcohol es nocivo, sin excepciones. «Lancet», ilustre revista médica que nunca falla a la hora de tocarnos la zanfoña, concuerda y proclama que «no existe un nivel seguro de alcohol». La OMS, otro inefable amuermador universal, advierte que la carne procesada aumenta el riesgo de cáncer colorrectal. Pero se hace muy arduo renunciar a una de las razones que junto a Bach y el mar justifican la existencia: un buen jamón.

Los huevos, mundo complejo, están entrando ya en la categoría de misterio teologal: cada quince días te dicen una cosa diferente sobre sus efectos. El café, otro tanto. La última sorpresa es que la Universidad Queen Mary de Londres sostiene que hasta las 25 tazas diarias resultan saludables, lo cual también me acerca a la tumba, porque solo tomo tres al día y con cinco no pegaría ojo. El pescado, que siempre fue sinónimo de salud alimentaria, ha entrado de repente en la lista de enemigos públicos: ahora aseguran que al ingerirlo tragamos mercurio y microplásticos. Dormir menos de siete horas te acorta la vida; y más de nueve, también. Por supuesto, hay que caminar diez mil pasos al día (aunque los médicos jamás te explican de dónde sacar el tiempo para darlos).

Un infierno. Pero el sumun, lo que me ha decidido a pasarme al anarquismo alimentario, es un estudio de investigadores italianos de esta semana, que revela que nada mejor para protegerse del cáncer que comer hormigas y otros insectos, pues «son ricos en antioxidantes y reducen las reacciones químicas que producen los radicales libres en el cuerpo». Tras leer esa loa a los insectos, contemplo el rioja, las patatillas fritas y las tostadas chamuscadas como conquistas irrenunciables de la civilización.

Por cierto, hoy comienza el debate de investidura. Lleno también de radicales libres y recetas insalubres, que por desgracia nos tragaremos sin pestañear.