VIVIMOS COMO SUIZOS....

VIVIMOS COMO SUIZOS.

La voz humana.

Al lado del vídeo de Torra, los teatrillos que María Teresa Campos hacía en su programa eran «Seis personajesen busca de autor»

Rosa Belmonte.

Actualizado: 21/10/2019 23:44h.

Me imaginaba a Quim Torra como Anna Magnani en «La voz humana» de Rossellini esperando la llamada telefónica de Sánchez. Aunque no sea su amante. Vale, más que del personaje de Magnani en esa película de historias cortas llamada «El amor», Torra esté más cerca del cerebro echado a perder de la madre de Tony Soprano. Pero ha sido enseñar ese vídeo donde teatraliza la espera de la llamada y pasar de inmediato mi cabeza de Jean Cocteau a Armando Iannucci. A «The thick of it» o a «Veep». A una cosa ridícula. A una comedia. Aunque quede más cerca «Polònia». Además, la autochufla se emitió en TV3, que hay que tener narices. Mira que me había reído con el autovídeo de Albert Rivera (antes de querer ser presidente para meter a la gente en la cárcel), pero lo de Torra supera cualquier falta de pudor. Al lado del vídeo de Torra, los teatrillos que María Teresa Campos hacía en su programa con Paco Valladares y Rociíto eran «Seis personajes en busca de autor».

Tronchante (si no fuera trágica) la reacción de Torra en su despacho ante la entrada de un miembro de su equipo que le dice que «no se pueden poner, de momento». « ¿Que no se pueden poner?». «No». «Es increíble». «Igual tienen cosas más importantes». « ¡Qué cojones!». Y sigue muy enfadado. «En días así y no se ponen al teléfono». Acabáramos. 30 segundos de hilaridad. En la vida real, Torra se ha quejado de que Pedro Sánchez se «esconda» tras Miquel Iceta. Hombre. Eso es difícil, tan difícil como que Torra pueda dar imagen de estadista, ni siquiera de provincialista. A su lado hasta Pep Guardiola (un nombre tanteado, o tonteado, por la mente de Artur Mas para ser presidente) parece De Gaulle. O no. De Gol. Yo qué sé. En ese mundo catalán que es cascada de colores, como el mundo mágico de Disney, un futbolista activista no es más descabellado que lo que tienen al frente de las instituciones. Que en Cataluña cuando parecía que Puigdemont era lo peor, llegó Torra. Y como en «La parábola del náufrago» de Delibes, sabemos que siempre se puede estar peor.

Revilla, ese otro estadista con ansias de ser la señora Danvers (pones la tele y ahí está, como Judith Anderson estaba cada vez que Joan Fontaine se daba la vuelta), sí ha hablado con Sánchez. Le pregunta Cristina Pardo: « ¿Usted ha podido hablar con Pedro Sánchez». «Sí». « ¿Y está preocupado?». «Sí, está preocupado». Y añade: «Lo de Cataluña puede dar un vuelo inesperado en las elecciones». Amárrame los pavos con la preocupación. Aunque no nos extrañe. Tampoco que de Cristina Pardo, en el mismo programa, saliera esta frase sobre el estado feliz de las cosas en un momento determinado: «Los manifestantes lanzando basura de manera pacífica por encima de las vallas. De momento está todo tranquilo». Vale, es verdad que si llevaran motosierras y la cara cubierta de cuero recosido sería menos tranquilo. O si llevaran el lanzallamas de Leonardo DiCaprio. Pero, vaya, que lanzar basura, aunque sea menos grave, no parece muy normal y tranquilo. Como diría el Sheik Ilderim de «Ben-Hur» (el dueño del carro y los caballos con los que Judah compite en la carrera), «Un sólo Dios se entiende, ¿pero una sola mujer? Eso no es sabio. Ni generoso». ¿Unas bolsas de basura? Eso no es limpio ni normal ni de gente civilizada. Claro, luego tienen que quemar los contenedores porque ¿para qué los quieren?

Quim Torra podía aprender de Tallulah Bankhead, que sirve para todos los que viven en burbujas sin pensar en los demás. Tallulah se arrodillaba cada noche de teatro y rezaba: «Querido Dios, no dejes que haga el ridículo».

Rosa Belmonte.

Articulista de Opinión.