EN PRIMERA FILA....

EN PRIMERA FILA.

Despierten.

Una medida totalitaria aceptada hoy en silencio es un peligroso precedente para el día de mañana.

Ana I. Sánchez.

Actualizado: 20/04/2020 23:47h.

Si hace tan solo cinco semanas alguien nos hubiera dicho que el Gobierno utilizaría la pandemia para extralimitarse en la suspensión de derechos, recortar la libertad de información, paralizar el control del Congreso al Gobierno, utilizar al CIS para plantear el control de los medios de comunicación o cerrar el Portal de Transparencia probablemente no lo hubiéramos creído. ¿Un atentado en firme contra nuestro estado de Derecho, contra nuestra democracia asentada? Imposible. Incluso hoy, ahora mismo buena parte de los votantes de izquierdas lo ponen en duda con excusas del tipo «será necesario», «no hay ánimo de quitar derechos» o la consabida «es temporal».

Es lo que tiene «la doctrina del shock» formulada por la periodista canadiense Naomi Klein. La utilización del aturdimiento social ante un desastre para aplicar medidas que en circunstancias normales no serían aceptadas por la población. La autora lanzó esta tesis como advertencia a los ciudadanos sobre los supuestos manejos que gastan los gobiernos y empresas capitalistas para imponer duras reformas en tiempos de crisis, pero en esta pandemia estamos viendo su aplicación real, en vivo y en directo, por parte de un gobierno de izquierdas. Ahí tienen a los mismos que prometían derogar la Ley de Seguridad Ciudadana, que la recurrieron ante el Constitucional por considerar que vulneraba derechos fundamentales, ordenando aplicarla ahora de manera desproporcionada para sancionar a quien se salta la reclusión. Multar las salidas no autorizadas, sí, pero siempre con apercibimiento previo como establece la ley.
Los «tics» totalitarios que está imponiendo este Gobierno resultan aterradores y más aún si tenemos en cuenta que esto acaba de empezar. Parece evidente que hemos dejado atrás el pico de fallecidos diarios, pero es innegable que tenemos coronavirus para rato. Los expertos apuntan a dos años de contagios, con suerte solo uno, y aún no le hemos visto la cara al Covid-19 en pleno invierno, montado a lomos del aire frío y seco. Tampoco sabemos lo suficiente sobre a qué enemigo nos enfrentamos. ¿Mutará como la gripe? ¿Servirán las vacunas que hoy se están investigando si mañana evoluciona? ¿Por qué produce fallos multiorgánicos? ¿Por qué hay casos de necrosis de piel? ¿Pueden ser los animales foco de contagio? Esta falta de información no solo es inquietante por razones sanitarias sino también porque augura que la enfermedad condicionará nuestra vida cotidiana durante meses.

Ante la evidente prolongación de una excepcionalidad sanitaria que el Gobierno está utilizando para sus propios fines políticos es imprescindible que las instituciones democráticas y los ciudadanos despierten. Las primeras no pueden dejarse doblegar. Los segundos debemos extremar la vigilancia y reivindicar los límites que el Estado de Derecho impone al poder ejecutivo. Si el tándem PSOE-Podemos ha desplegado medidas completamente anticonstitucionales para controlar tanto a la oposición política como a los medios de comunicación en el último mes, ¿qué acciones se atreverá a aplicar dentro de tres meses? ¿y en un año?

Llevamos tanto tiempo dando por garantizada la democracia que no percibimos que pueda rondarle ningún peligro existencial. Pero es justo este pensamiento, el exceso de confianza, el mayor riesgo. Y es en situaciones de emergencia como la presente cuando la amenaza se vuelve real. Una medida totalitaria aceptada hoy en silencio es un peligroso precedente para el día de mañana.

Ana I. Sánchez.

Corresponsal.