EDITORIAL ABC....

EDITORIAL ABC.

Sobran las mentiras, sobra Simón.

La vacunación es una pifia, y la operación de marketing político diseñada por Pedro Sánchez para adueñarse de cada dosis que fuera inyectada está fallando por su lentitud.

ABC.

Actualizado: 13/01/2021 07:29h.

La excepcionalidad de la tormenta Filomena y la necesaria atención mediática que requiere no puede dejar en un segundo plano la gravedad recobrada por la pandemia en las últimas semanas, sobre todo a raíz del relajamiento colectivo vivido en Navidad. Los datos de contagio del pasado fin de semana son los más alarmantes desde que se conoció el Covid-19 y su letalidad vuelve a niveles muy preocupantes. Ante esto, ya no sirven de nada los mantras del Gobierno anunciando sistemáticamente que «vienen semanas muy duras». Ese mensaje es caduco y la ciudadanía ha relativizado las advertencias, porque hace muchos meses que La Moncloa, y su portavoz para la pandemia, Simón, dejaron de ser creíbles. Las alertas sobre la indolencia del Ministerio de Sanidad ante la tercera ola, y ante los avisos de que las medidas de «cogobernanza» autonómica no estaban siendo eficaces, no han servido de nada. El Gobierno, Salvador Illa -más en mentalidad de candidato en Cataluña que de ministro de Sanidad-, y Fernando Simón -que se ha llegado a creer su propio personaje mediático- se han demostrado perfectamente inútiles. Y las consecuencias son demoledoras 11 meses después. Se comprometieron a que no habría 17 navidades, una por autonomía, y exactamente eso es lo que hubo. Se comprometieron a coordinar la cogobernanza, y han declinado cualquier responsabilidad. Se comprometieron a legislar, y lo han hecho en todos los ámbitos -educación, poder judicial, eutanasia, memoria histórica…- excepto en el sanitario.

La vacunación es una pifia, y la operación de marketing político diseñada por Pedro Sánchez para adueñarse de cada dosis que fuera inyectada está fallando por su lentitud. No se han utilizado más que la mitad de las dosis llegadas a España, y al ritmo de las 400.000 empleadas en dos semanas, será imposible que en junio esté vacunado el 70 por ciento de la población. Pero para Fernando Simón, lo importante es relativizar. Ni una alusión a los 75.000 muertos más allá de crear una falsa euforia y una ilusión óptica con el proceso de vacunación, como si fuera el santo grial del sanchismo. Sánchez anunció un «plan nacional» con 13.000 puntos de vacunación y prácticamente ninguno está activo por la prioridad de vacunar antes a ancianos de residencias y sanitarios. Pero ni siquiera de eso Simón tiene un mapa mental hecho. Solo hay un «plan autonómico», absolutamente desigual por comunidades, y un portavoz de la crisis que ya ni siquiera ejerce como técnico en pandemias, sino como un actor con un guión contradictorio y falaz. La izquierda idealizó a Simón, y ahora hasta se permite infravalorar la seriedad de la cepa británica del virus aventurando que va a ser inocua en España. De sus palabras y mentiras, de sus divagaciones y ocultaciones, la hemeroteca goza de desgraciados ejemplos. Simón, que ha conseguido llevar su afán de protagonismo a un punto casi patológico, presume de no improvisar y siempre termina culpando al ciudadano de cualquier abuso, exceso o error porque Sanidad cree ser infalible.

Es cierto que muchos ciudadanos han asumido la «nueva normalidad» con imprudencia. Hemos creído que basta llevar una mascarilla, y no se entiende aún que el virus tiene vida propia. Que evoluciona y es traicionero. Pero el Gobierno no está utilizando ese estado de alarma que Sánchez tildó de «indispensable» durante seis meses. Ni para la prevención, ni para la vacunación, ni para sancionar a quienes incumplen, ni para garantizar restricciones o aislamientos. El ciudadano tiene mucho que rectificar, pero el Gobierno es el responsable de que eso no ocurra sacudiéndose culpas y frivolizando con la tragedia.