PARECE UNA PEROGRULLADA....

PARECE UNA PEROGRULLADA.

Pues sí parece una perogrullada pero es el caso que sin proletariado no habría capitalismo. Y si a usted el término proletariado le resulta muy épico, gastado o decimonónico quédese con el aparentemente más aséptico de asalariado.

El proletario o asalariado es aquel que no posee ningún medio de producción propio y solo tiene sus manos y su cerebro para subsistir, esto es, su capacidad de trabajar: su fuerza de trabajo. De niños el que no llora, no mama; de mayores el que no trabaja, ni mama, ni puede mantenerse a sí mismo… aunque eso sí, siempre pueda llorar.

El capitalista es aquel que posee medios de producción, esto es, capital: ya sea en forma de dinero, ya sea en forma de máquinas, fábricas o instalaciones.

El proletariado no surgió por decisión divina. Nació por condiciones históricas muy determinadas, fundamentalmente por la desposesión del campesinado del antiguo régimen.

El capitalista tampoco cayó del séptimo cielo, creado de barro primigenio por mano de un creador omnipotente. También encuentra en la historia su origen, la llamada acumulación originaria del capital: el comercio desigual, la piratería, el saqueo, la guerra, la usura.

El capitalista, poseedor de los medios de producción, necesita al asalariado para poner en marcha sus empresas, producir mercancías y conseguir beneficios.

El asalariado necesita al capitalista para conseguir los medios de su propia reproducción vital y para ello vende su fuerza de trabajo al capitalista, esto es, se hace a sí mismo mercancía..

Sin embargo esta aparente complementariedad de capital y trabajo esconde una clara situación de desigualdad entre unos y otros. Si en épocas de bonanza económica – en que la economía se acerca al pleno empleo – el asalariado puede negociar su venta de fuerza de trabajo con cierta posición de fuerza, en la mayoría de las ocasiones – debido a la existencia del llamado ejército de reserva de fuerza de trabajo, es decir, gente en paro – es el capitalista el que tiene la sartén por el mango.

Decía Cervantes que la libertad era el más preciado tesoro y si consideramos la libertad al kantiano modo como posesión de autonomía y la capacidad de dirigir nuestras propias vidas es evidente que el capitalismo opone una traba estructural al desarrollo de ese más preciado tesoro.

Si bien el capitalista necesita del asalariado para la extracción de beneficios y plusvalías, está en una situación de superioridad sobre aquel que solo tiene su fuerza de trabajo para sobrevivir, y más aún cuando puede escoger entre una multitud de parados la mano de obra que precisa.

La libertad del capitalista es real pues tiene poder para imponer su voluntad; la libertad del asalariado es formal pues está atrapado en una situación de necesidad y dependencia.

Esta situación de dominio y poder del capitalista sobre el asalariado es particularmente fuerte en épocas de crisis. Como la de 2008 y la actual o inminente a raíz del corona virus.

Solo un par de datos:

Según la Organización Internacional del Trabajo, 1.250 millones de personas están empleadas en el mundo en los sectores que se consideran en alto riesgo de sufrir los efectos de la Covid-19 y alrededor de 195 millones de puestos de trabajo serán destruidos por los efectos de la pandemia y el parón económico mundial.

Para España se calcula que se alcanzará – y se sobrepasará – el 20 por ciento de desempleo.

Únicamente una fuerte organización y movilización de los de abajo podrá contrapesar el fuerte desequilibrio entre Capital y Trabajo que se nos viene encima.

Nuestra libertad y bienestar están en juego.

Marisa del Campo Larramendi.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Pués las medidas de los progresistas, empeoran la situación. Ojalá que el paro, sólo sea del 20%.