Hoy los
madrileños nos hemos despertado con una sorprendente
noticia en relación con la salvaje
huelga de metro que estamos padeciendo en esta atribulada ciudad.
Después de dos días de huelga metril en la que, conculcando completamente la ley, no se han respetado los servicios mínimos y tras la advertencia de nuestra presidenta,
Esperanza Aguirre, de que se podría proceder a despidos disciplinarios derivados de tan delictivo comportamiento (Esperanza, si sigues leyendo este blog, te pido que cumplas con lo prometido, sobre todo como escarmiento a estos individuos que, amén de gozar de un puesto de
trabajo fijo, disfrutan de unas retribuciones salariales muy superiores a la media
española), parece ser que, a partir de mañana, empezarán a cumplir los susodichos ínfimos servicios.
Pero lo más llamativo del asunto es que el sábado y el domingo no habrá huelga alguna para -en palabras de sus dirigentes sindicales- respetar a los gays, que, el sábado, celebran su orgullosa
fiesta en
Madrid.
Es decir: los gays merecen todo el respeto y sumisión por parte de nuestros perdonavidas
sindicatos, mientras que, el resto de los madrileños -la inmensa mayoría- no.
Contra el resto de los madrileños pueden hacer todas las cavernícolas huelgas que deseen, pero contra los gays, no ¡por Dios...!, no sea que nos vayan a acusar de discriminatorios... Para los homosexuales, todo, para los demás, nada.
Esto es una muestra más de la perversión de la
democracia y del respeto mutuo a que nos ha conducido esta ridícula Constitución de 1978 -diseñada sólo para envolver una antediluviana
Monarquía, impuesta por una
dictadura, en un falso traje de modernidad-, que se ha transformado en la dictadura de las minorías:
Las minorías gays, musulmanas, ateas, felpudosindicales, independentistas y de todo tipo nos hacen bailar a su ritmo, al son de un histérico tambor de desintegración social, de mutuo enfrentamiento, de triunfo del pensamiento minoritario. Una auténtica oligocracia en el poder.
La perversión del poder de la mayoría, la total ridiculización del poder del pueblo.
Cada minuto en que consintamos esta perversa dictadura minoritaria será una palada más de tierra que echaremos sobre la tumba de nuestra dignidad.