A UNA JOYA MAL ENGARZADA, El juez Garzón

A UNA JOYA MAL ENGARZADA

“…que a Júpiter ministra el garzón de Ida,
amantes, no toquéis si queréis vida…”

Góngora

“Si tantos halcones la garza combaten,
a fe que la maten…”

del Cancionero de Palacio

Garza real nacida en Torres,
cerca de Pegalajar,
al pie de la sierra Mágina,
que allá por Jaén está,
no eres garcilla bueyera
y menos garza imperial.

Lo de real se refiere
a que haces realmente un mal,
porque impones tu real gana
cuando tienes que juzgar
en vez de aplicar justicia
con mínima dignidad,
y haces del legal cotarro
una garçoniére más
con niñas a lo garçon
de ojos garzos que al mirar
engarzan el hábil dedo
para mejor esquilmar
la cartera del devoto
cliente que va por allá.
Mas tu delito es más grave
porque tú esquilmas a más:
esquilmas a todo el pueblo
que tu salario te da,
chantajeas a la banca,
llegas a prevaricar,
y das charlas millonarias
al otro lado del mar
mientras te ingresan tu sueldo
en esta orilla de acá.
Por fin, cateto supremo,
te dedicas a cazar
ciervos cerca de tu pueblo
como un nuevo rico más.
¡Valiente piedra engarzada
en la joya judicial
que está hecha tu persona,
con tanta garzonidad!
Pero descuida que halcones
te tienen que ajusticiar
para que sientan tus carnes
lo que es la garra clavar,
y porque si a cada puerco
san Martín le alcanzará,
no es mucho que a alguna garza
de retorcido picar
y que ya ni garras tiene
de tanto y tanto agarrar,
le llegue no sólo un santo
sino todo el santoral
como fin de una carrera
de trifulca judicial,
de oportunismo sin techo
y de codicia sin par.