Pues cierto Conde, soñar no cuesta dinero y recordar...

Pues cierto Conde, soñar no cuesta dinero y recordar lo que uno vivió o le contaron de pequeño, es el sello de nuestra identidad, aunque los años nos han hecho diferente, y digo diferente no mejores ni peores. Si te gusta te mando otro, sin favor.

UNA MIRADA AL AYER (Sigo)

Decía el tío Rosendo en tono sarcástico con aire de cansado, vaya día y nos lo queríamos perder, esto de la siega son de los peores trabajos, hay que agachar mucho el lomo, tirar fuerte de la hoz, ese movimiento de vaivén y el peso de la manada para que se cumpla el objetivo honroso de que dos manas fuesen una gavilla y dos gavillas un haz.

Era aún de noche y ya iban en el carro aún adormecido camino del trigal, al rayar el día los hombres ya tenían que haber comenzado a segar, había preocupación ya que sabían que segar con el calor del medio día se caerían muchas espigas al suelo al romperse el tallo, por lo seco del pasto. Decía el tío Rosendo con aire contrariado, entre el trigo que se comen los pájaros y las espigas que se caen con el calor, tendría la Sra. Juana para hacer algunos panes en el horno que está detrás de la casa, no están las cosas para tirar, así que vallamos recogiendo más que tirando y si ahora sobra guardemos para cuando nos haga falta.

El tío Rosendo organizaba los trabajos y a los pequeños les decía, vosotros lo primero es poner las talegas con las comidas colgadas de un árbol, atarla alta que Ton (el perro), salta para comérsela, luego atáis las bestias en el rastrojo donde puedan comer, cogéis un par de melones y una sandia “no las cojáis pintonas que luego no saben bien”, la metéis en el cubo y lo bajáis al pozo de forma que el agua lo rodee, pero que no lo cubra haber si por tener fruta fresca para el almuerzo cuando vallamos a cogerla no va a estar dentro del cubo.

Que ingenuidad la de aquellos pequeños, creían haber terminado sus faenas y cuando el Tío Rosendo pinchaba la hoz en un haz de mies ya hecho, que era el único momento en que elevaba su figura para seguidamente atar otro haz, siempre los veía jugando o cogiendo alguna rana en el canal, no sé exactamente si hacia la pregunta para que se la respondieran, o para que supieran que se estaba dirigiendo a ellos, siempre decía ¿Qué estáis haciendo ahí? Coger vuestras hoces pequeñas y donde veáis que esta el trigo más alto segar unos brazados para que nos sirvan de ataderos, aconsejaba, ojo con cortarse que la hoz no tiene miramientos.

Entre las 8,30 y las 9 horas, con una actitud de complicidad como dando un regalo se ponía de pie el Tío Rosendo y decía en voz alta, Os parece que paremos a almorzar, se dejaban las hoces sobre los último haces, los más próximos al tajo, como diciendo podéis seguir segando vosotros mientras comemos, cosa que en buena lógica nunca sucedió, se descuelgan las talegas, se quitaban el sombrero de paja humedecido por el sudor y sacando la navaja se comienza como siempre por riguroso orden de calidades, primero el tocino de beta sobre un trozo de pan, luego la morcilla, después el chorizo y para terminar un par de rajas de sandia y otras tantas de melón.

Después de un buen cigarro liado, que al terminarlo se aplastaba sobre el suelo y se enterraba con algo de tierra para evitar que el rastrojo ardiera, un buen trago de agua no muy fresca y vuelta al tajo hasta la hora de comer, que después de hacerlo en abundancia vendría una pequeña siesta para luego continuar toda la tarde hasta la puesta del sol.

Bueno me voy mañana os cuento otras cosas, seguro que os gustará oírlas, hay que acostarse pronto porque al venir el día hemos de estar en el tajo