LAS TARDES DE LA ABUELA...

LAS TARDES DE LA ABUELA

Llegadas estas fechas en las que cogemos el jersey y la chaqueta, en las que el el sol que nos ha tenido asfixiados en el verano deja paso a las nubes, al viento fresco, a la lluvia al calor y la paz del hogar, no puedo menos que recordar a mi madre que era la que con su bondad, su desvelo, su incansable batallar, su dulzura y su sublime entrega, convertía aquella casa humilde en toda una mansión de paz de sosiego y de amor.

Primero fue la casa donde nació, después de quedar huérfana de madre a los 13 años, se convirtió en
la responsable, aún niña, del trajín de la misma viviendo con su padre que era un campesino y tenía mulos en la cuadra y aperos de labranza por todos lados. Luego se casó y en aquella casa formó su hogar con su padre, su marido y sus dos hijos, a los que ella sola, crió y atendió como nadie sin que jamás algo les faltara. Más tarde cuando su hija se casó, ya el abuelo fallecido, también aquella casa acogió a la nueva pareja y a su dos retoños que igualmente tuvieron siempre a su lado las caricias, los desvelos y bondades de su abuela. Y aún después cuando su único hijo, yo, se casó y consiguió venir, profesionalmente, a vivir muy cerca de aquella gran casa, también en ella su nuevos tres nietos, disfrutaron a lo largo de su infancia y de su adolescencia, junto con sus padres, sus abuelos, sus titos y sus primos, de una familia extensa, unida, feliz, y de una abuelita que era la que repartía bondad, generosidad y bienestar para todos.

Por estas fechas esa felicidad era más intensa, más cercana y más duradera, porque el tiempo obligaba a estar más dentro de casa. Y allí acudían todos su nietos a merendar y la abuela les hacía a cada uno lo que les gustaba y lo que le pedían. Y una vez terminada exquisita merienda, a la carta. aún si lo pedían ella les hacía unas fuentes de palomitas de maíz, saladas o dulces, para que disfrutaran a tope de aquella tarde otoñal, mientras veían caer sobre los cristales de la puerta de la terraza, aquella lluvia sonora y hasta olorosa que anuncia la llegada del periodo otoñal.

Murió casi con 90 años y estuvo siempre dándolo todo por su familia. Madre desde ese lugar privilegiado en el Cielo, que no dudo tendrás, verás muy gozosa lo mucho que todos te seguimos queriendo.