EL TRANSISTOR....

EL TRANSISTOR.
La época del transistor, pequeño aparato de radio portátil, que permitía llevarlo en la mano tuvo su auge en los años 60 cuando todo el mundo exhibía por todas partes la música y la información en aquel menudo formato a pilas como signo de progreso y de modernidad.
Hoy los móviles han venido a sustituir de forma casi total a aquellos transistores con sus sugestivos modelos, sus diminutas proporciones, la audición perfecta y el conjunto de utilísimas aplicaciones de internet, de juegos, de comunicación oral y escrita, de despertador y muchas más. Nadie podía pensar que tan solo 50 años después el transistor quedaría obsoleto e insignificante al lado del móvil.
Pues bien en 1964 estaba yo haciendo las milicias universitarias en Montejaque (Málaga) y mi migo Manolo Barranco, hijo del Capitán Barranco famoso en Fuensanta por haber sido profesor en la Academia de la Guardia Civil de Úbeda y haber ayudado a todos los guardias de Fuensanta que pasaron por allí, me encargó que si iba a Ceuta desde el campamento que le trajera un bonito transistor.
Una vez que llegó el verano y yo me incorporé a la milicia para realizar el segundo y último campamento, junto con un amigo milicio y compañero de tienda que era valenciano y se llamaba José la Parra Pasaríus, decidimos ir de permiso de fin de semana a Ceuta para tener contacto con el ambiente de Marruecos y al mismo tiempo para realizar unas compras que allí eran mucho más baratas que en la península porque estaban libres de impuestos. Cogimos el autobus que nos llevaba a Algeciras y desde allí el ferry que nos trasladaría a la ciudad hispano-marroquí donde intentamos pasarlo lo mejor posible hasta que llegara la hora del regreso.
Yo era a primera vez que me montaba en barco y la verdad es que no fue muy tranquilo el viaje porque al atravesar el estrecho de Gibraltar la mar estaba bastante movida pero fue una nueva experiencia que resultó bastante agradable.
Nada más llegar cogimos una pensión donde poder dormir y en seguida nos fuimos a visitar las distintas tiendas para ver donde realizábamos nuestras compras, Mi amigo Pepe también llevaba el encargo de otro transistor para su hermana. Una vez terminadas las mismas, lo que no fue nada difícil porque allí había muchas tiendas, nos fuimos de copas, nos lo pasamos muy bien y nos fuimos a dormir ya tarde. Cómo era pleno mes de agosto, y la cama estaba en una buhardilla de vigas y cañas, no pudimos pegar un ojo en toda la noche, hacía un calor insoportable pero con 25 años todo se soporta y todo al final se tolera y se acepta.
A la mañana siguiente dimos una vuelta por la ciudad y el puerto que nos pareció muy interesante y a primeras horas de la tarde nos fuimos a embarcar para el regreso. La verdad es que íbamos muy tranquilos porque dijimos si nos cogen el transistor como vamos de militares no creo que nos pongan muchas pegas.
Pues no sucedió así, sino todo lo contrario, resultó que en la aduana nos chequearon a los dos, nos encontraron los aparatos y nos dijeron que precisamente por ser militares la cosa se complicaba, que teníamos que ir a un juicio y que ya veríamos las consecuencias que eso no podía traer de cara a nuestras notas y a nuestro expediente. Así que llegamos al campamento, sin transistores, preocupados y asustados por lo que pudiera pasar y bastante arrepentidos de habernos convertido, por hacer un favor, en unos presuntos contrabandistas..
Y efectivamente a los dos o tres meses recibimos una comunicación en la que se nos perdonaba de alguna manera el delito cometido pero que teníamos que pagar por el aparato tres veces lo que nos había costado. Así que al final, en mi caso, me quedé yo con el transistor que me costó el doble de lo que valía en España, y aquel viaje para hacerle un favor a un amigo me salió por un mandado.