DE COMUNIÓN...

DE COMUNIÓN
Este fin de semana hemos tenido uno de los acontecimientos familiares que a mí más me gustan, y que gracias a Dios en mi familia se han celebrado ya 5 veces, se trata de una primera comunión y como yo tengo 7 nietos eso se ha repetido ya 5 veces y para rematarlas todavía me quedan 2.
Y estas celebraciones, como decía antes, a mí me encantan ya que se trata de incorporar a la religión católica, la religión de mis padres, mis abuelos y todos mis antepasados, a un miembro más de esta familia que a pesar de tanto materialismo, de tanto fanatismo anti religioso y tanto acoso por un idealismo ateo que cuestiona más que a nada a Jesús de Nazaret, nosotros todavía seguimos fieles a esa doctrina que se fundamente en el amor, en la concordia y en la solidaridad con todos los habitantes de nuestro mundo.
Esta vez ha sido mi 5º nieto Carlos, a quien yo le llamo mi Carlos V, el nuevo católico que recibió en su seno a Jesucristo y abrió para Ël las puertas de su espíritu y de su corazón. La pandemia había interrumpido por dos años consecutivos la celebración natural de este sacramento y la verdad es que este año, al poder volver a la normalidad, ha sido como más satisfactoria, más aplaudida y más aceptada por todo el país.
En nuestro caso nos hemos desplazado hasta Úbeda, la ciudad natal de mi nieto, miembros de toda la familia para asistir al acto, que resultó todo un éxito por la presentación y la ejecución del programa preparado por las catequistas, todos los niños y niñas, hablaron, hicieron el ofrecimiento, y cerraron el acto, y en nuestro caso también mi nieta Irene, hermana del nuevo católico, cantó en solitario el Aleluya con sus 15 años con la perfección y la seguridad de una persona mayor cosa que a mí me encantó, porque eso me demostró que ella en el futuro va a ser una joven muy prometedora para dedicarse a la música que tanto le gusta, y que lleva ya varios años estudiando.
Comimos juntos, entregamos al celebrante muchos regalos. Yo le dije a él y a Irene que el acto de hoy nos recordaba a todos el fundamento y la base de nuestra religión, a la que todos los discípulos de Cristo nos sentimos obligados a cumplir, el AMOR, pero un amor que no solo se tiene que practicar para nuestra familia, para nuestro amigos, o para nuestros vecinos, sino que tiene extenderse a tos los seres humanos, que debemos considerar hermanos nuestros, e incluso a nuestros enemigos a los que debemos perdonar y aceptar como unos hermanos más.
Hoy nosotros los abuelos nos sentimos muy dichosos y muy felices porque todos hemos venido a abonar, de alguna manera, esa semilla del amor y mañana regresaremos a nuestra casa de Estepona con la satisfacción del deber cumplido y con la esperanza de que ese amor siga creciendo en nuestros hijos, en nuestros nietos, en este mundo que tanto lo necesita.