ENTRE LAS NIEBLAS VIO VISIONES...

ENTRE LAS NIEBLAS VIO VISIONES
Aquel hombre que en su tiempo de casado fue un maltratador machista, Todos los días por la mañana se daba un paseo hasta el Río Duero, y desde que enviudo, se iba dando cuenta que en su vida de casado fue una mala persona, un hombre sin respeto a su esposa, como persona normal y compañera sentimental, su vida trabajando en sus fincas de la agricultura, solo le dieron para poder ganar dinero, y al jubilarse y quedarse viudo se marchó a la ciudad de Soria, donde tenía algún viejo amigo de su infancia allí viviendo. Aunque parece ser que ninguno quiso saber nada de él, y al sentirse solo, se daba largos paseos junto a la Ribera del Duero, Aquella mañana de finales de noviembre, al bajar camino de San Saturio, se dio cuenta que sus ojos le temblaban, y empezó a sentir cosas raras, su cuerpo parecía temblarle, y sus pisadas eran como testigos de otros años donde él se sentía más joven, El paseo estaba solitario, la humedad era grande y fría, y de pronto notó como el eco de la voz de su esposa que le decía. “Ahora te ves solo y sin ninguna compañía, es lo que te merecías, te portaste muy mal conmigo, y ahora lo tendrás que pagar con soledad y sufrimiento”. El hombre aquel tiritaba de miedo, quería mirar entre la niebla cerrada, pero solo veía la imagen de su esposa cuando el la abroncaba y la maltrataba de palabra y obra. se daba cuenta que su conciencia le estaba acusando de su pasado, Su paseo se convirtió en una lucha contra si mismo, maldiciendo su forma de haber vivido, y echando la culpa a su poca preparación como humano. Intento volver hacia atrás, queriendo llegar a San Pol, pero en el camino siguió escuchando aquella voz que él la había humillado muchas veces, a la vez que despreciarla, Pero esta vez su conciencia le dejaba mudo, intentaba llorar, pero su garganta con el frío parecía afónica, y solo intentaba mirar al Duero, que en su cerrada niebla le parecía culparle de su pasado machista. Cuando este hombre llegó a su vivienda de Soria, su cara parecía haber envejecido, y sus ojos resplandecían con el color rojo, que a veces traza el frío seco de La Castilla mesetaria. El hombre se marchó a su dormitorio, frío y mal arreglado, y metiéndose en la cama se quedó dormido llorando, y pidiendo perdón aquella su mujer a la que tanto maltrato durante su matrimonio.
G X Cantalapiedra.