ERA TIEMPO OTOÑAL
Aquel poeta salía de vez en cuando a revisar los campos de La Castilla Sedienta, Los viñedos estaban casi sin hojas, los linderones de las fincas estaban en plena caída de su verde, y la otoñada no había llegado todavía, Este poeta amante de la Madre Naturaleza, se daba cuenta que la lluvia que producía la otoñada, ese año no había llegado, cabizbajo con sus sueños caminaba sin grandes prisas, eran tiempos de otoño. Y todos los años algún vecino se despedía de esta vida sin apenas darse cuenta, Al volver este hombre un día de su paseo por el campo. Notaba que un perro podenco estaba en la puerta de un amigo suyo tertuliano, El perro concia al poeta, y este sin más se dirigió hasta la puerta de dicho amigo, el perro podenco se levantó del suelo, y como si fuera una persona humana acompaño al poeta hasta la cama donde estaba su dueño, que al ver al poeta le comentó. Estoy muy malo, el tiempo este me llevara de esta vida, y solo le pido a dios que me acoja en su seno, El poeta le pregunto, si eres ateo como le pides a dios que te acoja en su seno, y el amigo le contesto, bueno eso fue lo que me enseñaron de niño, y en estas horas tan trágicas no quiero pensar en nada nuevo. El perro podenco miraba a su dueño como queriéndole preguntar por qué estaba tan pesimista, pero tenía sus razones, su dueño no comía apenas nada, y parece que tenía cogida una pulmonía de esas que te llevan al otro mundo, El perro como si entendiera los comentarios de su dueño y el poeta, les miraba a los dos con pena, veía en su semblante que su juventud se había agotado, y que su tierra castellana le daría el cobijo para su eternidad, El perro podenco soltó sus lágrimas en la habitación y el poeta aguanto las suyas hasta salir por aquel portal, donde dos días después le sacarían a su amigo para siempre, camino del cementerio de su pueblo, Eso si el podenco acompaño al poeta y su dueño, hasta la misma tumba, sin cadena de acompañamiento, y algún vecino sin humanidad quiso echarle al perro de aquel funeral, pero el poeta dijo que no, que era parte del sentimiento de su dueño, y al decirle a dios en su tumba, El perro podenco lloró como si fuera un humano, luego acompaño al poeta hasta su domicilio, donde ese día comería con pocas ganas, ya que después sería la viuda la que se hizo dueña del perro podenco,. Hay animales que tienen mejores instintos que algunas personas, G X Cantalapiedra.
Aquel poeta salía de vez en cuando a revisar los campos de La Castilla Sedienta, Los viñedos estaban casi sin hojas, los linderones de las fincas estaban en plena caída de su verde, y la otoñada no había llegado todavía, Este poeta amante de la Madre Naturaleza, se daba cuenta que la lluvia que producía la otoñada, ese año no había llegado, cabizbajo con sus sueños caminaba sin grandes prisas, eran tiempos de otoño. Y todos los años algún vecino se despedía de esta vida sin apenas darse cuenta, Al volver este hombre un día de su paseo por el campo. Notaba que un perro podenco estaba en la puerta de un amigo suyo tertuliano, El perro concia al poeta, y este sin más se dirigió hasta la puerta de dicho amigo, el perro podenco se levantó del suelo, y como si fuera una persona humana acompaño al poeta hasta la cama donde estaba su dueño, que al ver al poeta le comentó. Estoy muy malo, el tiempo este me llevara de esta vida, y solo le pido a dios que me acoja en su seno, El poeta le pregunto, si eres ateo como le pides a dios que te acoja en su seno, y el amigo le contesto, bueno eso fue lo que me enseñaron de niño, y en estas horas tan trágicas no quiero pensar en nada nuevo. El perro podenco miraba a su dueño como queriéndole preguntar por qué estaba tan pesimista, pero tenía sus razones, su dueño no comía apenas nada, y parece que tenía cogida una pulmonía de esas que te llevan al otro mundo, El perro como si entendiera los comentarios de su dueño y el poeta, les miraba a los dos con pena, veía en su semblante que su juventud se había agotado, y que su tierra castellana le daría el cobijo para su eternidad, El perro podenco soltó sus lágrimas en la habitación y el poeta aguanto las suyas hasta salir por aquel portal, donde dos días después le sacarían a su amigo para siempre, camino del cementerio de su pueblo, Eso si el podenco acompaño al poeta y su dueño, hasta la misma tumba, sin cadena de acompañamiento, y algún vecino sin humanidad quiso echarle al perro de aquel funeral, pero el poeta dijo que no, que era parte del sentimiento de su dueño, y al decirle a dios en su tumba, El perro podenco lloró como si fuera un humano, luego acompaño al poeta hasta su domicilio, donde ese día comería con pocas ganas, ya que después sería la viuda la que se hizo dueña del perro podenco,. Hay animales que tienen mejores instintos que algunas personas, G X Cantalapiedra.