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Encamados, sedados y con úlceras del tamaño de un puño

Un juez investiga una querella por negligencia contra una residencia y la Xunta. Varias familias preparan más denuncias

“Si no llego a sacarla de DomusVi Monforte cuando lo hice, mi abuela hoy estaría muerta”, afirma Iria Álvarez. Cuando la ingresó, “caminaba, no usaba pañal y comía sola, pero acabó encamada, con una úlcera en el sacro del tamaño de un puño y otra en el talón que le impide volver a andar”, relata. Álvarez cuenta que llevó a su abuela, de 90 años, al hospital tras pasar una semana sedada en la residencia después de apreciar que tenía una herida en un tobillo. En el hospital supo que su abuela “había sufrido una parada cardiorrespiratoria y que estaba desnutrida”. “Aunque la directora de la residencia me decía que no le pasaba nada; que sencillamente se moría por la edad”, recuerda.

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Ella ha presentado una de las querellas relacionada con úlceras por abandono contra DomusVi y la Xunta de Galicia, responsable de la inspección, que tramitan los abogados de la Federación Galega de Usuarios da Dependencia e Residencias (REDE). Su querella criminal, por un supuesto delito de negligencia médica y abandono, se dirime ya en el Juzgado de Instrucción 2 de Monforte de Lemos, donde a principios de marzo empezaron a declarar testigos. El juez ha pedido numerosa documentación y ha llamado a testificar a dos enfermeras de la residencia.

Álvarez, que vive en Vigo, consiguió trasladar a su abuela a otro DomusVi, el de Aldán, más cerca de su casa. Asegura que ahora la están atendiendo “de maravilla” y apunta que, aunque su abuela reconoce que el personal del otro centro “era muy cariñoso con ella”, insiste en decir “que allí lo pasó fatal”. La nieta señala que nunca se le habría ocurrido pensar que podía tener esas úlceras. “A nadie se le ocurre pedir que desnuden a sus familiares, confías en que si tienen algo te lo dirán en la residencia”, protesta.

Como ella, el resto de familiares que preparan querellas con los que ha contactado EL PAÍS denuncian “desatención e incumplimiento de los protocolos”, como los cambios posturales o disponer de colchones adecuados. No obstante, DomusVi y la Xunta, contra las que se dirigen fundamentalmente las denuncias, niegan las acusaciones y garantizan la profesionalidad de los centros.

El perfil de los usuarios con lesiones que denuncian los familiares coincide: ingresan con algún deterioro cognitivo y acaban sedados, encamados, con grandes úlceras y una considerable pérdida de peso. Acceden a las residencias concertadas a través del programa de emergencia social de la Xunta, aportando el 75% de sus pensiones.

Los relatos son escalofriantes. Beatriz López, que prepara su demanda, inicia el suyo explicando que cuando decidieron llevar a su padre a la residencia —les tocó la DomusVi Chantada, en Lugo, lejos de su residencia de A Coruña— “se vestía solo, comía y hablaba”. Tenía 78 años y había sufrido algún ictus.

“Enseguida lo encamaron y lo sedaron. En los dos meses que estuvo ahí perdió el habla y 10 kilos de peso. Cuando lo derivaron al hospital, porque nos dijeron que tenía algo de fiebre, no respiraba bien y sospechaban que le había entrado comida en el pulmón, pero tenía una úlcera en la cadera en la que cabían dos puños. Yo no fui capaz de mirar. Lo hizo mi marido. Dijo que se le veía el hueso”, cuenta López sobre el calvario de su padre. “Uno de los médicos nos dijo que jamás había visto una herida de semejante tamaño. También tenía úlceras en los tobillos. Llegó a tenerlas en los testículos”, relata, con la voz rota, sobre los últimos dos meses de vida de su padre, que falleció en el hospital.

“Lo llevamos a la residencia creyendo que iba a estar mejor atendido que en casa; que podría verlo el fisioterapeuta con frecuencia, que tendría algo de vida social…, pero lo tiraron como a una basura. Me lo quitaron”. Ahora se lamenta de no haber sospechado que podría tener tan graves lesiones en el cuerpo. “En la residencia nunca nos dijeron nada. Nos enteramos en el hospital”, afirma.

Similar es el caso de una mujer que ingresó, también a través del programa de emergencia social, en un centro de mayores, en este caso en una residencia de la provincia de Ourense y a la que, con autorización de un juzgado de guardia, le amputaron las dos piernas como consecuencia de una úlcera iniciada en los tobillos. Había ingresado con un trastorno neurocognitivo tras sufrir varios ictus.

“Sabemos que tiene que haber muchos más casos como los nuestros”, afirman los familiares que han dado el paso para reclamar judicialmente con el apoyo de REDE. Aseguran que las trabajadoras “cumplen sobradamente, pero no hay medios suficientes”.

Para Miguel Ángel Vázquez, presidente de la Sociedad Gallega de Gerontología y Geriatría, es una cuestión de rentabilidad. “Por 1.000 euros al mes no puede haber un gerocultor viendo las heridas y curándolas y atendiendo a 100 personas. Habrá que pagar más a la gente y contratar más; la administración pública debería pagar las plazas concertadas a precios aceptables”, afirma el especialista. Sostiene que las residencias no son negocios rentables: “Las empresas grandes son de perfil inmobiliario: son los fondos de inversión que buscan rentabilidad del inmueble”.

Enfermos crónicos
Vázquez sostiene que hay úlceras por presión que no deberían ocurrir. “Una fiebre, algo que baje un poco el nivel de consciencia y que no se mueva alguien que se movía, genera una úlcera en grado uno, pero esta se cura en pocos días si se coge muy al principio y se realizan cambios posturales a los encamados”, explica. En su opinión, el problema de las residencias en España “es que no pueden funcionar como hospitales y no hay nada para los cuidados de larga duración. Los crónicos en el hospital se van a una residencia y allí no tienen el mismo nivel de atención”, concluye el especialista.

La multinacional DomusVi niega “de manera contundente” las acusaciones. En lo que respecta a la residencia de Monforte, afirma que proporcionó “en todo momento la atención y los cuidados necesarios a la residente” y que está colaborando de manera activa en la investigación.

Asegura además que todos sus trabajadores respetan los principios deontológicos. “Las acusaciones no se corresponden con la actividad diaria del centro y nuestros mayores están cuidados con la diligencia y la profesionalidad que de los trabajadores se espera”, señala la compañía.

De forma similar se pronuncia la Consejería de Política Social de la Xunta. “Las úlceras por presión están entre las lesiones más frecuentes en las residencias de mayores”, justifica un portavoz oficial, que alude a la “fragilidad” de estas personas, a su “elevado grado de dependencia”, así como al hecho de que estén encamadas o en sillas de ruedas. Y puntualiza que todos los centros cuentan, “como mínimo”, con el personal que marca la normativa. “Si alguna incumple estas ratios, se le impone la sanción correspondiente”, zanja.

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