Mi padre se jubiló hace más de veinte años. Ahora tiene 86. Mi padre continúa siendo un hombre fuerte, independiente, que después de levantarse y ducharse por la mañana, hace su cama, se prepara el desayuno y se pelea por teléfono con Movistar, cuando modifican sin aviso, sus canales favoritos sobre documentales.
Cuando yo era pequeño me parecía un enorme gigante, poderoso y protector. Pensaba que era indestructible, y aún hoy, en ocasiones todavía lo creo. Esa imagen me transformó de niño en un adulto emocionalmente maduro, fuerte y sólido.
Próximo a cumplir sus bodas de oro con mi madre, la perdió. Ambos la perdimos. Aquel verano arrastró su derrumbe emocional con una valentía y entereza propia del gigante enorme y poderoso que protegiera mi niñez.
Ese mismo otoño, Mari Ángeles le dio clases en el Centrosociocomunitario de Coia, transmitiéndole su pasión por la informática y ayudándolo en su desamparo.
Desde entonces hace sus consultas, envía correos a sus amigos y se ríe y enfada con las noticias de los periódicos.
Mi padre es fuerte, sigue siendo indestructible a mis ojos. Todavía hoy, desde mi madurez, me siento seguro a su lado…
Pero ahora ha llegado el momento de solucionar algo, algo que ha quedado pendiente. Una deuda. Si, una deuda que debí resolver hace mucho tiempo, y que la falta de valor, o mi ser apocado, me lo impidió hasta ahora.
Hoy solo necesitaba decirte… Que… bueno… tú lo sabes… pero…
Te quiero Papá.
Cuando yo era pequeño me parecía un enorme gigante, poderoso y protector. Pensaba que era indestructible, y aún hoy, en ocasiones todavía lo creo. Esa imagen me transformó de niño en un adulto emocionalmente maduro, fuerte y sólido.
Próximo a cumplir sus bodas de oro con mi madre, la perdió. Ambos la perdimos. Aquel verano arrastró su derrumbe emocional con una valentía y entereza propia del gigante enorme y poderoso que protegiera mi niñez.
Ese mismo otoño, Mari Ángeles le dio clases en el Centrosociocomunitario de Coia, transmitiéndole su pasión por la informática y ayudándolo en su desamparo.
Desde entonces hace sus consultas, envía correos a sus amigos y se ríe y enfada con las noticias de los periódicos.
Mi padre es fuerte, sigue siendo indestructible a mis ojos. Todavía hoy, desde mi madurez, me siento seguro a su lado…
Pero ahora ha llegado el momento de solucionar algo, algo que ha quedado pendiente. Una deuda. Si, una deuda que debí resolver hace mucho tiempo, y que la falta de valor, o mi ser apocado, me lo impidió hasta ahora.
Hoy solo necesitaba decirte… Que… bueno… tú lo sabes… pero…
Te quiero Papá.