2ªPARTE ...

2ªPARTE
El origen del carlismo se puede encontrar en los inicios de un movimiento popular y anti oligárquico, vertebrado por resurgir del sentimiento comunitario de la democracia regional, presente en la España de los siglos XV y XVI y que el centralismo posterior ahogó en los siglos siguientes.
No se trata de una adscripción personal a un rey o a una reina y tampoco a las preferencias a una ley u otra de sucesión al trono, sino las causas son verdaderamente más profundas.
Lo que se decide es la posibilidad de modificar una ley, que era la sucesoria sin la participación del propio pueblo, siendo una ley fundamental y con ello la reivindicación de las antiguas libertades populares, parcialmente mermadas y a punto de ser conculcadas por las oligarquías burguesas, procedentes de la revolución liberal y partidarias de Isabel II del lado de la revolución estaban aglutinados las diversas facciones de la burguesía, la inmensa mayoría del estamento nobiliario que veían como mantener y acrecentar su bienestar económico, en el mundo agrario y el ejército de nueva creación, tras la Guerra de la Independencia.
Los liberales se habían declarado unionistas y antiforalistas y con su proyecto político de la Constitución de 1812 pretendían una unidad legislativa para convertir en iguales a todos los territorios de la nación española, al modelo francés, dividiéndolos en provincias.
El carlismo vertebrado como partido político, no nació, hasta una vez iniciada “la guerra de los siete años” o la Guerra Carlista y alrededor del pretendiente D. Carlos, no había una estructura ideológica única, homogénea y completa.
Dos son los grupos que disputaron el poder a Fernando VII, de su regreso del exilio: los realistas exaltados o puros, llamados hoy “integristas” y los absolutistas moderados, designados hoy, “tradicionalistas” ambos de igual forma enemigos de los constitucionalistas o liberales.
En Vascongadas, tras la derrota de la III Guerra Carlista, supuso que el Estado liberal suprimiera los Fueros, interpretándose como un ataque contra esta Comunidad y no contra el carlismo, fuerza política insumisa, por los conflictos armados que fomentó durante el desarrollo histórico del siglo XIX.
Una, de las instituciones de la comunidad autónoma vasca, que más ha fomentado el separatismo y la falsa conciencia nacional, ha sido la Iglesia.
Desde la implantación y la consolidación de la sociedad liberal en España, a partir del siglo XIX, la Iglesia ha sido una de las principales promotoras, de la insurrección armada del carlismo, con la defensa a ultranza de la monarquía absoluta, “la alianza del trono y el altar”, y con el único fin, de no renunciar a su poder político, en esa sociedad tradicional.
Es la Iglesia, aquella que crea esa barrera infranqueable, entre la sociedad vasca y el resto de España, para evitar “la contaminación” de su sociedad tradicional, con las ideas liberales portadoras del racionalismo y del libre pensamiento origen principal de la decadencia y pérdida de su poder político, en la sociedad decimonónica.
La Iglesia vasca, se vale del desarrollo de una cultura, cuyo principal fundamento es el estudio y difusión del “euskera” lengua que utilizara como arma arrojadiza, para segregar su sociedad del resto de España.

En Cataluña, el separatismo bebe de otras fuentes, totalmente diferentes y aunque por los antecedentes históricos, lo basan en el centralismo histórico con la abolición de los Fueros e Instituciones, con la promulgación de los Decretos de Nueva Planta, tras la Guerra de Sucesión, no es racional este contexto puesto que en la misma situación se encuentran los territorios de la Corona de Aragón, Valencia y Mallorca y no tiene incidencia, este fenómeno.

Las verdaderas bases de separatismo catalán, ya se inició en el último tercio del siglo XIX y se encuentran en la burguesía catalana, resultado de la convergencia de un grupo de industriales (directivos del Foment etc.) que tras “el Desastre del 98” vieron la necesidad de exigir una política de reformas y fomento de la riqueza por el sector más posibilista del catalanismo conservador.
Esta confluencia hizo que naciese un partido industrialista y conservador, dispuesto a luchar contra la ineficacia oficialista, el caciquismo, y la corrupción bajo una línea descentralizadora y regionalista.

Inicialmente en la “Lliga Regionalista” se creó con un amplio frente catalanista, donde militaban desde fabricantes, clases conservadoras, liberales, republicanos, ultra católicos, e intelectuales con el objeto de fomentar un ideario político diferente al oficial, que defendiera la personalidad de Cataluña, frente al uniformismo centralista.