Son las consecuencias del gobierno socialcomunista...

kram, de 27 años, lleva tres años como traficante de migrantes desde África a Canarias para ganar dinero; calcula que en octubre y noviembre ha ganado unos 70.000 euros Xavier Aldekoa
Xavier Aldekoa
Dajla (Sáhara Occ.)

13/12/2020 06:00Actualizado a 13/12/2020 11:51
Antes de hablar, Akram toma precauciones como si le fuera la vida en ello; porque le va la vida en ello. Es un traficante cauto; es decir, vivo todavía. El primer día, concierta la cita a medianoche, que luego prorroga a la una. Después a las dos. Al final da marcha atrás. Al día siguiente, lo jura, cita a las once frente a un portal. Luego a mediodía. Cambia: ahora quiere que le pasemos a recoger en una frutería. Aparece con una gorra calada hasta las cejas, mira hacia los lados y salta dentro del coche. “Vamos por aquí”. Y vamos. “No habrá fotos, ¿ok?”, dice. Horas más tarde, accederá a ser inmortalizado oculto detrás de unas gafas de sol y una toalla que le cubra el rostro. Obligará a borrar cualquier imagen que muestre un mínimo detalle del lugar donde se desarrolla la entrevista. ¿Se ve el marco de la ventana? Supprimer. ¿Las baldosas se reflejan en las
gafas de sol? Supprimer. El intermediario, un hombre de negocios saharaui que ha posibilitado el encuentro, excusa su desconfianza. “Si los demás traficantes se enteran de que ha hablado contigo, lo matarán”.

Akram es un traficante cauto; es decir, vivo aún. Akram es también el nombre falso de un passeur de Dajla, uno de las decenas de traficantes que han convertido la ciudad saharaui, en territorio ocupado por Marruecos, en el paraíso de la migración ilegal.

“Solo paso marroquíes, no africanos; los negros no tienen dinero y no son de fiar, si les pillan, te delatan”
Aunque no hay cifras oficiales, según organizaciones canarias de acogida al menos el 70% de los 21.000 migrantes llegados este año al archipiélago son de nacionalidad marroquí y de las más de 641 embarcaciones que han arribado al archipiélago desde enero, alrededor de 300 han salido de las playas de Dajla.

Akram, de 27 años, lleva tres años en el negocio por un motivo evidente. “Para ganar dinero, mucho dinero”. De rasgos afilados, Akram es un joven atractivo y subraya sus respuestas con una sonrisa irónica. No puede contar cuántas pateras de migrantes ha enviado a Canarias —“No sé, pero toda Las Palmas la he mandado yo”, exagera—, y muestra su euforia por el repunte del negocio desde verano. Hay trabajo de sobra. “Antes cada semana salían una o dos barcas, ahora algunas noches, 10 o 15 pateras. Una locura. Yo mismo he mandado seis en dos meses”. Podría haber enviado más pero prefiere ser cauto (otra vez). “Si te pasas, vas a prisión. Unos enviaron 27 barcas y la policía les ha cogido. Luego solo estás 4 o 5 meses en la cárcel porque pagas y sales, pero hay que controlarse”.

Son las consecuencias del gobierno socialcomunista y su efecto llamada.