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«El contubernio fue una engañifa, apenas había judíos y masones en España»
Franquistas acérrimos como Pemán, Carlavilla, Queipo o Tusquets alimentaron el bulo del complot que justificó el alzamiento y la guerra Paul Preston Hispanista.

MIGUEL LORENCI
Domingo, 31 octubre 2021, 01:12
En 'Arquitectos del terror' (Debate) traza Paul Preston (Liverpool, 75 años) las biografías de los franquistas acérrimos que alimentaron el bulo del contubernio judeo-masónico, al que Franco culpó de todos los males patrios y con el que justificó su sublevación y la Guerra Civil.

-Estos arquitectos del odio ¿propalaron lo que hoy llamamos 'fake news'?

-Sí. Jorge Villarín, carlista y autor 'Guerra en España contra el judaísmo bolchevique', no menciona un solo judío en los cientos de páginas de su libro. Él y los demás se creyeron la patraña del libelo 'Los protocolos de los sabios de Sion', que habla del intento de los judíos de controlar el mundo y destrozar a la Iglesia católica. Es una idea tan absurda que hace dudar de su salud mental.

- ¿Pemán, Tusquets, Carlavilla, Mola, Quiepo, Carrero, Franco... ¿Crearon la engañifa del contubernio y un enemigo fantasma que desangró al país?

-Sí. Fomentaron la paranoia, algo que vimos en el Reino Unido con la campaña del 'Brexit'. Hasta 1933, solo había tres mil judíos en España. Otros 3.000 llegaron luego huyendo del nazismo. No estaban en circunstancias de controlar el mundo ni de destruir a la Iglesia católica.

- ¿Tampoco había muchos masones?

-Algunos más. Relevantes republicanos, como Azaña, estaban en la masonería. Antes de la Guerra Civil, no había más de 8.000 en las logias españolas. Pero su más enloquecido enemigo, el padre Juan Tusquets, compiló unas listas con 80.000 masones para la administración franquista.

-A Franco le rechazaron dos veces ¿De ahí su odio a la masonería?

-Así es. Tuvo una motivación profesional y otra personal. En los años 20, en Marruecos, y en España, en la República, intentó entrar en la masonería. Quienes debían admitirlo sabían que era un trepa, que no quería compartir la ideología masona, y sí medrar y ascender más rápido. La motivación familiar es más potente: el odio a su padre, que sin serlo admiraba a los masones. Librepensador, bebedor, jugador y mujeriego, abandonó a su mujer, la madre de Franco, y este, en un borrador de sus memorias, escribe una frase alucinante. Dice que la República la trajeron unos hombres que habían traicionado a sus mujeres. Es una chuminada inmensa que deja de lado las razones sociales y económicas para el advenimiento de la República: la corrupción del régimen de Primo de Rivera o los fallos de Alfonso XIII. Lo atribuye todo a los pecados de su padre.

-El policía secreto Mauricio Carlavilla, factótum de la dictadura, ¿fue como el Villarejo de hoy?

-Hay semejanzas evidentes. Pero, que yo sepa, Villarejo no ha escrito veinte libros. Carlavilla, un tipo cutre que recuerda también a Torrente, murió joven y orgulloso de haber escrito 'Sodomitas', de teorizar sobre la finalidad política de la homosexualidad, y de otro libro sobre satanismo. Propagandista feroz del contubernio, fue de los pocos que no negaron lo que habían hecho.

-Al contrario que Tusquets o Pemán, que ocultaron su pasado.

-Impresionan las mentiras de Pemán, que alentó las matanzas durante la guerra y hace un esfuerzo tremendo y exitoso para convertirse en una figura benévola de la Transición. Era un terrateniente rico, distinguido poeta y dramaturgo de éxito, pero cruel. Parece mentira que una persona pía, tan católica, dijera lo que dijo a sabiendas de las consecuencias. En un discurso y en un poema se regodea de ver los cadáveres de los brigadistas internacionales.

- ¿Fue Pemán quien mejor se blanqueó?

-Sí, el ganador es él, pero Tusquets no le va a la zaga. Otro mentiroso impresionante era Queipo de Llano. He descubierto aspectos bastante negros. Además del Queipo sangriento y el corrupto, está el que mantuvo una relación no del todo saludable con su hija.