EL AJEDREZ, EL MEJOR JUEGO DE LA HISTORIA
Empezaba una gran partida de ajedrez, eran dos gallos de pelea a cual de ellos más osado y atrevido, desde mi posición de comentarista, veía todo como en primera línea del campo de batalla, pero era solo un observador, ni podía intervenir, ni siquiera expresar con un gesto mi pensamiento, justo a mi lado, en la esquina derecha unos metros avanzado, tenía un peón de las blancas, que respaldado por su torre, provocaba a un alfil negro que alegremente avanzaba, el peón, fiel guerrero, no daba un paso atrás, arrastrando en su avance a otros peones, poniendo en guardia al caballo que vigilante esperaba el momento de intervenir; desde la torre vigía se controlaba el mas mínimo movimiento del adversario, dando parte de cualquier movimiento de emboscada;! tranquilo mi Rey! exclamaba la Reina, ¡yo estaré siempre a tu lado. Por el centro, ya luchaban los peones cuerpo a cuerpo, sin miedo a la muerte, en muchas ocasiones eran verdaderos camicaces, sonaban los clarines en los avances de estrategia de los alfil, casi siempre por los costados, y los caballos saltaban en perfectos movimientos coordinados, sembrando el pánico en las filas contrarias. La posición del ejército blanco, daba a entender una ligera ventaja, en la lucha por ganar la posición, había conseguido tener menos baja que su rival; en las bandas, los peones sacrificados descansaban en hilera fantasmal, había llegado el momento de la artillería pesada; ¡he de salir al centro! dijo la Reina al Rey, a cuya figura, las dos torres custodiaban. El enemigo daba muestras de abandono, atrincherado en su parcela, puso en enroque a su Rey…y a aguantar lo que se pueda.
Empezaba una gran partida de ajedrez, eran dos gallos de pelea a cual de ellos más osado y atrevido, desde mi posición de comentarista, veía todo como en primera línea del campo de batalla, pero era solo un observador, ni podía intervenir, ni siquiera expresar con un gesto mi pensamiento, justo a mi lado, en la esquina derecha unos metros avanzado, tenía un peón de las blancas, que respaldado por su torre, provocaba a un alfil negro que alegremente avanzaba, el peón, fiel guerrero, no daba un paso atrás, arrastrando en su avance a otros peones, poniendo en guardia al caballo que vigilante esperaba el momento de intervenir; desde la torre vigía se controlaba el mas mínimo movimiento del adversario, dando parte de cualquier movimiento de emboscada;! tranquilo mi Rey! exclamaba la Reina, ¡yo estaré siempre a tu lado. Por el centro, ya luchaban los peones cuerpo a cuerpo, sin miedo a la muerte, en muchas ocasiones eran verdaderos camicaces, sonaban los clarines en los avances de estrategia de los alfil, casi siempre por los costados, y los caballos saltaban en perfectos movimientos coordinados, sembrando el pánico en las filas contrarias. La posición del ejército blanco, daba a entender una ligera ventaja, en la lucha por ganar la posición, había conseguido tener menos baja que su rival; en las bandas, los peones sacrificados descansaban en hilera fantasmal, había llegado el momento de la artillería pesada; ¡he de salir al centro! dijo la Reina al Rey, a cuya figura, las dos torres custodiaban. El enemigo daba muestras de abandono, atrincherado en su parcela, puso en enroque a su Rey…y a aguantar lo que se pueda.