Estrella Collado...

Estrella Collado

Las Batuecas, tierra enigmática

Es un precioso valle ubicado al sur de la provincia de Salamanca y al noroeste de la sierra de Gata, al píe de la llamada Peña de Francia y muy cerca de la localidad de la Alberca. Pertenecía al obispado de Coria. Hoy es uno de los lugares más visitados por el turismo. Sin embargo hace muchos años a sus habitantes les otorgaban fama de “salvajes” y eran apodados los beocios de España.

Desde tiempo atrás corrían por el país muchas leyendas y fábulas de este misterioso y mágico lugar y, sin razón, se decía que sus habitantes eran salvajes gentiles y entregados al culto del diablo, e incluso algunas lenguas viperinas de la época afirmaban que hablaban una lengua desconocida y vivían desnudos.

Cuenta una vieja tradición que la región salmantina de las Batuecas había permanecido olvidada durante siglos, hasta que una doncella y un paje de la Casa de Alba, fugados para vivir su furtiva historia de amor, la descubrieron. Según algunos investigadores esto ocurrió durante el reinado de los Reyes Católicos, mientras otros aseguran que fue reinando Felipe II.

Lope de Vega, durante su estancia en Alba de Tormes oyó hablar de estos lugares, que conoció lleno de curiosidad, teniendo como resultado la comedia Las Batuecas del Duque de Alba que escribió hacia 1614 siendo publicada en 1638, después de su muerte. El autor define al valle como eterno lugar de felicidad, y contribuyó con esta obra a extender sus fábulas y leyendas. También Montesquieu se ocupó de esta comarca para criticar a los españoles de quienes dice: “han hecho inmensos descubrimientos en el Nuevo Mundo, y no conocen aún su propio continente. Hay en sus ríos puntos que aún no han sido descubiertos, y en sus montañas naciones que les son desconocidas”. El Padre Feijoo, en Fábula de las Batuecas y países imaginarios desmonta todas las quimeras sobre esta tierra y afirma que fue descubierta reinando Felipe II. Lo cierto es que en las Batuecas vivía un grupo étnico involuntariamente aislado y desconectado durante siglos de la historia de España, incorporándose tardíamente a la civilización común.

Rodeado por las montañas de la Sierra de Francia, este maravilloso valle salmantino, cuenta con grandes tesoros de su patrimonio natural y cultural. Con frondosos bosques bien conservados en los que predominan especies como robles, pinos, castaños y encinas, albergando una interesante fauna ibérica, sobre todo cinegética. En el centro de la comarca se ubica el monasterio carmelita del Desierto de San Juan, fundado en el siglo XVI, desde donde parte una ruta que nos lleva al espectacular sitio de la cascada del Chorro y nos invita a observar todas las bellezas paisajísticas de un entorno privilegiado.

Hay evidencias de que estuvo habitado continuadamente al menos desde la edad del Bronce. Cuenta con valiosas y extrañas pinturas rupestres del Neolítico, de trazos rojos esquemáticos representando figuras antropomorfas y zoomorfas así como simples manchas, que para las gentes de la zona fueron realizadas por el mismo diablo, y se descubren en las cuevas y abrigos del valle.

El alto valor cultural de las leyendas sobre Las Batuecas, y el conjunto arquitectónico y etnográfico del pueblo de La Alberca lo convierten en un gran atractivo turístico. Muy cerca en la Peña de Francia se encuentra el santuario más alto del mundo, a 1700 m de altitud, dedicado a Nuestra Señora de la Peña de Francia. A pesar de encontrarse en un apartado y elevado lugar de la España profunda, tiene un culto muy arraigado en el mundo católico desde Hispanoamérica hasta Asía. Su historia ya la cita Cervantes en el Quijote. Parece ser que en el siglo XV una niña se despertó en medio de su funeral, anunciando que una estatua de la virgen sería descubierta en ese lugar. Y diez años después, un francés, Simon Roland, tras haber soñado insistentemente con ser su descubridor, se empeñó en buscarla, primero, por toda Francia, luego en el norte de España. Hasta que oyó hablar de la Peña de Francia. Era conocido que en este lugar, los caballeros franceses habían luchado contra los musulmanes, por tanto era posible que ellos hubiesen escondido la estatua, y Roland llegó allí realizó algunas excavaciones y la encontró. Cuentan que se produjeron varios milagros que comenzaron a difundirse con rapidez y desde entonces se convirtió en un centro de peregrinación religiosa.

El 27 de abril de 2000 el valle fue declarado Bien de Interés Cultural y sitio histórico, formando parte del parque Natural de las Batuecas y la Sierra de Francia.

Por todo ello suponemos que de ahí el dicho: "Estar en las Batuecas" que interpretamos como estar en la “gloria”, según el Diccionario: estar distraído, ensimismado, absorto o embelesado. Seguramente por los encantos del lugar.