EL NIÑO COVID Y EL EMPERADOR DESNUDO...

EL NIÑO COVID Y EL EMPERADOR DESNUDO

Muchos y variados han sido los símiles y las metáforas que se han empleado para explicar y explicarnos esta catástrofe que se nos ha caído encima llamada Corona virus

Una de las más recurridas ha sido la del vestido del emperador: el niño Covid 19 descubriendo la desnudez del presumido y prepotente emperador ante los confiados, ciegos o hipócritas súbditos.

Y ciertamente la pandemia ha dejado desnudo al sistema político, económico y social realmente existente en el mundo, en Europa y en España.

En el mundo revelando, por ejemplo, la peligrosidad de una industria agropecuaria intensiva o el cerco destructivo a las pocas áreas salvajes que quedan en el planeta o la insalubridad de las mega urbes o ese lado oscuro de la globalización que se agazapa detrás de las banderas y fanfarrias de la libertad absoluta del mercado.

En Europa ha dejado ver la profunda división entre el norte y el sur, entre los países acreedores y los países deudores, entre los ganadores y los perdedores de la Unión Europea y el dios Euro; ha señalado las insuficiencias de un tratado de Maastricht hecho a imagen y semejanza del marco alemán, del capital alemán y de la división europea del trabajo orquestada por Alemania; ha desvelado la falta de una verdadera unidad política democrática y la carencia de solidaridad entre sus miembros, en definitiva, ha expuesto la morbidez de las carnes desnudas de lo que realmente es: la Europa de los mercaderes.

En España el Covid 19 ha enseñado los mil y un agujeros de esa piel de toro que más bien ha resultado pellejo de burro, de cabra o de conejo.

Ha mostrado que el sistema de acumulación de capital en España descansa sobre los bajos salarios y la precariedad laboral;

Ha manifestado que el proceso de desindustrialización y la dependencia económica exterior de nuestro país es muy alto, al punto de carecer de la capacidad de producción propia de elementos sanitarios básicos;

Ha evidenciado que las políticas neo liberales en España, la doctrina de equilibrio presupuestario europea y la injusta fiscalidad de nuestro sistema impositivo han conducido a un estado de bienestar jibarizado, abortado, fallido y, en consecuencia, a un sistema sanitario muy debilitado que ha sido incapaz de afrontar la crisis pandémica;

Ha señalado la existencia de un segmento de la clase política solo interesado en la posesión del poder, sin ningún sentido de estado, ni concepto del bien público, por el contrario, con una insultante idea patrimonial del estado, con una práctica política miserable, con un servilismo repugnante hacia los poderosos y con un fondo oscuro donde reptan las sombras de la corrupción, el nepotismo y el reparto de sillones, prebendas y demás cuentas de colores.

Por último – no porque no haya más, sino para no alargar en exceso esta panorámica de los “muros desmoronados de la patria mía”– ha patentizado la ausencia en esta nación de naciones que es España de una auténtica cultura federal: por un lado, el gobierno de Sánchez ha caído en los eternos tics centralistas que genera La Moncloa; por otro, la comunidades autónomas han mostrado ese resabio caciquil, ese que hay de lo mío, ese querer desfilar en la pasarela que pervierte el verdadero sentido de la descentralización política: acercar el poder al pueblo.

Esperemos que cuando venzamos a la pandemia, no volvamos a vestir las desnudeces del emperador con nuestro egoísmo, indiferencia y miedo.