LOS SEÑORES DE LA HUELGA: ASÍ ACTÚAN LOS PIQUETES, Huelga general

LOS SEÑORES DE LA HUELGA: ASÍ ACTÚAN LOS PIQUETES

En España huelga y piquetes van siempre de la mano. Probablemente suceda esto porque NADIE EN CASI CUARENTA AÑOS SE HA SENTADO A REDACTAR UNA LEY DE HUELGA que regule un derecho que, aunque reconocido por la Constitución, suele entrar en conflicto con otro derecho de orden superior: el del trabajo. La huelga del 29-M no fue una excepción. Tan pronto como dieron las doce de la noche, las calles de toda España se llenaron de grupos más o menos organizados de sindicalistas cuyo objetivo confeso era paralizar el país.

Después de siete huelgas generales, los piquetes de la capital saben bien en qué consiste su tarea. Se concentran en sus sedes, donde reciben instrucciones. De ahí parten a recorrer a pie el centro de la ciudad. Los destinos más habituales son los lugares de ocio nocturno como la Gran Vía o el barrio de Huertas. EL DÍA 29 LOS PIQUETES HICIERON LO ÚNICO QUE SABEN HACER. Bajo la coartada de la información, fueron avisando con muy malos modos a los dueños de los bares y restaurantes para que cerrasen de inmediato. De lo contrario, la parte, digamos, más informativa del piquete la emprendería con las lunas espray en mano, mientras la otra procedería al cierre de la persiana cuando no al pateo del mobiliario.

Los comerciantes veteranos saben que con los piquetes no se juega. El que más y el que menos ya ha tenido que vérselas con ellos en alguna ocasión. A pie de calle un piquete no es ninguna broma. COACCIONAN ABIERTA Y PÚBLICAMENTE A LOS QUE ESTÁN TRABAJANDO VALIÉNDOSE DE LA INTIMIDACIÓN Y, CON BASTANTE FRECUENCIA, DE LA VIOLENCIA MÁS DESVERGONZADA.

Con lo que no contaron en la huelga de la semana pasada fue con un amplio despliegue policial que impidió, por ejemplo, que la Gran Vía cerrase del todo. En Huertas sucedió algo semejante. Solo un grupo muy violento vinculado al movimiento 15-M se salió con la suya en la plaza de Santa Ana. El grupo, una auténtica turba al estilo castrista, la emprendió a patadas con las terrazas. Pero los antidisturbios estaban al quite y, tras una carga y un par de detenciones, la normalidad volvió a la plaza en solo una hora.

La gran noche de los piquetes no terminaba de cuajar. A partir de las cuatro de la mañana, y tras haber pasado por la sede correspondiente a recibir nuevas instrucciones, el grueso piquetero se dirigió a las cocheras de la EMT para impedir que saliesen los autobuses. De nuevo, labor imposible. Las cocheras estaban literalmente tomadas por la policía. En Fuencarral, sin ir más lejos, por cada piquetero había del orden de dos policías. El piquete, empequeñecido por la presencia policial, tuvo que conformarse con abuchear.
Solo se produjo un corto incidente en la cochera B. Al filo de las cinco de la madrugada, unos jóvenes con la cara cubierta se lanzaron sobre uno de los autobuses que salía a recoger personal de la empresa. La policía intervino de nuevo con gran celeridad, se llevó a dos detenidos y el resto de la madrugada fue tranquila, al menos para los conductores que quisieron trabajar ese día.

No puede decirse lo mismo de los periodistas de Intereconomía y solo de Intereconomía. Al comienzo de la noche UN REPORTERO de Intereconomía FUE AGREDIDO POR UN PIQUETE en Mercamadrid. Horas después, en las cocheras de Fuencarral, OTRO EQUIPO DE LA CADENA HUBO DE SOPORTAR INSULTOS, INCREPACIONES Y HASTA ESCUPITAJOS, alguno de ellos retransmitido en directo. Era el premio de consolación a una noche de piquetes que se quisieron largos y que se quedaron tan cortos como la huelga que trató, en vano, de paralizar España.

Aparte de los insultos de rigor, los piquetes tienen su propio inventario de injurias que repiten como si de mantras tibetanos se tratase. El más popular es “esquirol”, aplicado a todo aquel que, en una jornada de huelga, decide ir al trabajo. Porque, por mucho que digan respetar la legalidad, la huelga es, para los sindicalistas, algo de curso obligatorio. Otro muy común es “desclasado”, lo que les engarza directamente con la lucha de clases marxista. La huelga es una obligación de la clase obrera, luego todo trabajador que no la secunde es un “desclasado” y, necesariamente, un “traidor”, epíteto que guardan para los compañeros que no se quieren dejar ‘informar’ por el piquete de turno.