Ahora pones macrobulos.


El Plural

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. EP
AUTONOMÍAS
Macrobulos y macroenchufes en Madrid
Lo que no es un bulo puede ser un escándalo prefabricado para desviar la atención de lo importante
CAROLINA ALONSO
Sábado, 22 de enero de 2022

Creo que a estas alturas ya nadie duda de las técnicas de distracción política que emplea la presidenta de la Comunidad de Madrid. Para que no veamos lo que se esconde detrás de su acción de gobierno, cada decisión polémica y contraria al interés general ha sido hábilmente acompañada de un señuelo, que ha tomado la forma de bulo o de polémico escándalo.

Durante la última campaña electoral esto se vio especialmente bien. Mientras que Ayuso gritaba libertad, muchos sectores sociales la acusaban, con razón, de haber firmado la peor gestión europea de la pandemia. Los datos y el dolor social respecto a las decisiones que tomó en las residencias no le acompañaban. Pero antes de reconocer su error y ponerse a trabajar, prefirió echar la culpa a Pablo Iglesias, en aquel momento Vicepresidente del Gobierno de España, ocultando que las competencias eran regionales y que habían recibido 3.500 millones del gobierno central para hacer frente a esta crisis. Dinero pensado, entre otras cosas, para medicalizar las residencias. Y mientras Ayuso navegaba una campaña electoral muy movida, el macrobulo que la exoneraba de cualquier responsabilidad ya abría todos los telediarios de este país, promovido por la derecha, la extrema derecha y los medios afines. Luego les devolvería el favor gastándose el dinero público, destinado a reforzar los servicios públicos, en contratos con Telemadrid o mediante patrocinios de Consejerías, como los 50.000€ que recibió OK Diario por organizar unas jornadas de turismo de un día.

Cuando no han sido macrobulos, han sido macro escándalos los que han servido para tapar sus vergüenzas. Recordemos sus primeras semanas de gobierno. Ayuso, que había prometido libertad, aprovechó los primeros días de julio para aprobar una ley gravísima con la que tomar el control de Telemadrid. Aunque tuvo su impacto gracias a la denuncia de los grupos de oposición y trabajadores de la cadena, este crimen contra la libertad de prensa fue engullido por el escándalo premeditado que supuso el nuevo organismo unipersonal a la medida del morrazo de Toni Cantó y que saltó, oh casualidad, pocos días antes de la polémica con Telemadrid.

Cuando no alcanzan ni los escándalos ni los bulos para tapar las vergüenzas, como sucedió en sede parlamentaria cuando preguntamos sobre los contratos a dedo que ha recibido la empresa del hermano de Ayuso, optan por interrumpir nuestras intervenciones o directamente expulsarnos.

Esta ha sido la tónica de los últimos meses. De hecho, el último macrobulo ha tenido como objetivo evitar responsabilidades, es decir, desviar la mirada de su acción de gobierno, ante un hecho tan espeluznante como es la existencia de una red que drogaba y prostituía a niñas vulnerables que estaban a cargo de la Comunidad de Madrid. La presidenta ha reaccionado ocultando la verdad, aun sabiendo que la Consejería del ramo tenía conocimiento desde hace meses; luego mintiendo, negando que ninguna de las víctimas fuese una niña tutelada por la Comunidad de Madrid; y cuando se le pilla en la mentira, responde con otro nuevo bulo, esta vez echando la culpa a Delegación de Gobierno por no haberles facilitado la información, algo ya desmentido.

La estrategia comunicativa de Ayuso, que mucho le debe al Trumpismo, nos obliga a los partidos políticos y sociedad a estar en guardia permanente porque lo que no es un bulo puede ser un escándalo prefabricado para desviar la atención de lo realmente importante.

No sea que empecemos a mirar arriba como en la última película de Adam McKay y se le acabe el chollo.

Ahora pones macrobulos.