LA TERCERA....

LA TERCERA.

Objetivo: Guardia Civil.

«Mi temor es que detrás de esta ofensiva haya una causa general, pero contra la Guardia Civil, para desnaturalizarla y poder desnaturalizar España. Quienes llevan muchos años intentándolo, que van desde los separatistas a la extrema izquierda, saben que es el primer obstáculo que deben superar. Y no olvidemos que la ultraizquierda ya está en el poder y que los separatistas lo condicionan»

José María Carrascal.

Actualizado: 02/06/2020 02:31h.

Está en marcha una operación para neutralizar la Guardia Civil, dentro de otra mucho más amplia para dejar España que no la conozca «ni la madre que la parió», aunque no en el sentido jocoso que le dio Alfonso Guerra, sino en otro mucho más profundo de licuar su esencia, todo cuanto ha sido a lo largo de su historia, para convertirla en algo muy distinto, que ni siquiera puede ser nación o Estado, sino múltiples. O nada. Operación que requiere empezar eliminando sus señas de identidad, la Guardia Civil es una de ellas, como su tricornio de charol, que en realidad es bicornio, pues le han quitado el delantero «para ampliar la frente» según Eugenio Montes, y sus correajes amarillos de gala.
Aunque fundada como «Instituto armado» hace 176 años, relativamente poco tiempo si pensamos en los siglos que España figura en la Historia, sus antecedentes se remontan a comienzos de la Edad Moderna, cuando los Reyes Católicos crean la Santa Hermandad para librar la España que acababan de forjar del bandolerismo que infestaba sus rincones interiores. « ¡Qué tranquilidad se siente -oí decir de niño en el remoto pueblo de mis abuelos- al encontrarte una pareja de la Guardia Civil!». Su fundador, el Duque de Ahumada, quiso imprimirle un sello militar, e incluso conventual, con sus Casas-cuartel, donde la guarnición, pequeña o grande, convivía, los hijos crecían bajo el lema «el honor es su divisa» y la aspiración de pertenecer al Cuerpo. Eran justo lo contrario de la España folklórica, de castañuelas y pandereta, bandidos generosos y Cármenes apasionadas que extendió la leyenda romántica. Eran el orden, la seguridad, la disciplina y el servicio. Como lo han seguido siendo hasta hoy. Por eso se alegraban de encontrárselos los vecinos del pueblo donde acaba la carretera. Y por eso han sido odiados por todos cuantos prefieren el jaleo y la bullanga, el vivir del cuento, del afanar o la mangancia. Con la Guardia Civil no hay bromas. Es posiblemente la institución más seria de España, puede incluso que la única seria, aunque tampoco lo juraría pues haría injusticia a otras no menos admirables, como las Hermanitas de los Pobres.

De lo que estoy seguro es de que allí donde se les necesite, en paz o guerra, en catástrofes naturales o provocadas, estarán ayudando a los damnificados, cumpliendo las órdenes que les dieron, serios, silenciosos, sin esperar ni siquiera las gracias. Lo llevan en la sangre y en la mente. Lo han aprendido de su padre y de su madre, en la Casa-cuartel y en la Academia. Están para servir al resto de los españoles, muy especialmente a los que se ven amenazados por cualquier tipo de peligro.

Nada de extraño que los guardias civiles se hayan ganado la inquina de quienes prefieren el desorden y la bulla, la pillería y la trampa, y que hayan venido siendo uno de los blancos favoritos de quienes desean una España indómita, febril, anárquica, donde cada uno hace su «santa voluntad», que no es tan santa y les permite imponer la suya a los demás. Tan arraigada está la idea de que la Guardia Civil significa Ley y Orden, que José Calvo Sotelo tranquilizó a su familia por el hecho de que quienes venían a detenerle estaban mandados por un capitán de la Benemérita, Fernando Condes (no fue, sin embargo, quien le dio los tiros en la nuca dentro del furgón, sino un pistolero, guardaespaldas de Prieto. El capitán moriría poco después en el frente del Guadarrama, al que acudió de inmediato). Mientras que las Casas-cuartel, donde hay más mujeres y niños que números, hayan sido uno de los blancos favoritos de ETA refleja ese afán de destruir cuanto simbolice España, junto a la cruel inhumanidad de la banda terrorista.

Saltemos al presente. El coronel Pérez de Cobos no fue el único cese que Grande-Marlaska hizo en la Guardia Civil: le precedió Félix Azón, director general de la Benemérita y le ha seguido la dimisión del director adjunto, el teniente general Laurentino Ceña, disconforme con el cese, así como la salida del número tres del cuerpo, Fernando Santafé, lo que significa un cambio completo en la cúpula del Instituto Armado. Si alguien tenía dudas de que está en marcha un intento de poner bridas a la Guardia Civil y cambiar su papel en España, quedaba demostrado: no se trata sólo de un cambio cosmético como fue poner al frente de ella a una mujer -a fin de cuentas, hay cada vez más mujeres en sus filas e incluso en su oficialidad-, sino de cambiar también su alma, su espíritu, que es lo que decide.

Como el Gobierno sabe que no va a ser fácil, incluso cambiando la cabeza, ya que ese espíritu impregna el cuerpo que viste de verde oliva, hemos visto una ofensiva por tierra, mar y aire para anular el revuelo armado por los ceses y dimisiones. Empezó con la indignación del ministro Grande-Marlaska al ver publicado un informe de la Guardia Civil sobre las manifestaciones feministas del 8 de marzo, del que no tenía noticia. Consultada la directora general del cuerpo y sus altos mandos, pudo enterarse de que la orden del informe la había dado Pérez de los Cobos a requerimiento de una juez, que le recomendaba absoluta discreción, cosa que hizo. Grande-Marlaska lo tomó como una deslealtad y decidió el cese inmediato del coronel, sin tener en cuenta que había actuado como Policía Judicial. Al darse cuenta del patinazo, explicó que el cese «estaba ya previsto». Es posible, pero ¿por qué ahora? Al mismo tiempo, la brigada informática del ministerio lanzaba una campaña para desprestigiar dicho informe asegurando que estaba «lleno de inexactitudes». ¿Por qué le tienen, entonces, tanto miedo? Y no satisfechos con ello, han lanzado a la Abogacía del Estado contra la juez, acusándola de «abrir una causa general contra el Gobierno». ¿Tan grave es la situación? A fin de cuentas, quien corre peligro es su delegado en Madrid, un socialista de segunda clase, que autorizó las manifestaciones en las que el Covid-19 hizo su agosto en marzo. El rumor de más peso es que quieren hacer de la Guardia Civil otra policía más. Puede ser. Pero eso sólo confirmaría rumores y temores.

El mío es que detrás de esta ofensiva haya una causa general, pero contra la Guardia Civil, para desnaturalizarla y poder desnaturalizar España más fácilmente. Quienes llevan muchos años intentándolo, que van desde los separatistas a la extrema izquierda, saben que es el primer y último obstáculo que deben superar. Y no olvidemos que la ultraizquierda ya está en el poder y que los separatistas lo condicionan. Quiere ello decir que los acontecimientos que tanto revuelo han armado últimamente no se limitan a unos ceses o dimisiones, sino a cómo va a quedar España tras la pandemia del Covid-19 y la crisis económica que se nos viene encima. Intento no ser catastrofista, pero la atmósfera que respiramos, los insultos que se cruzan, las mentiras que circulan y las pocas salidas que se ven no invitan al optimismo. Y para después de los difíciles momentos que vamos a vivir, preferiría seguir encontrándome con la pareja de Guardia Civil por los caminos de España, aunque me pusiera una multa por ir demasiado deprisa.