LA CASA DE MIS PADRES
Era a mediado de Julio
en un caluroso día,
cuando la cigarra canta,
Yo por la cuesta subía.
A la orilla del camino
a la sombra de una encina,
descansaban las ovejas
con el pastor que las cuida.
El perro que está a su lado
con
curiosidad me mira,
pero sigue recostado
con las patas encogidas.
He dicho las buenas tardes
y el pastor ha contestado,
el perro con un gruñido
no se mueve de su lado.
Al terminar de la cuesta
ya se divisa el poblado,
con sus estrechas callejas
y sus rojizos tejados.
Que alegría me produce
ver algo tan conocido,
la campana del reloj
aun recuerdo su sonido.
Estoy llegando a la plaza,
y la casa de mis padres
está triste y solitaria,
porque no la habita nadie.
Nadie sale a recibirme
y eso me causa dolor,
no tenerlos a mi lado,
como bien quisiera yo.
Pa. Sa. Ma.