HISTORIAS CRUZADAS, Literatura

HISTORIAS CRUZADAS
Las fiestas de agosto

Estamos en fiestas en casi toda España. El mes de agosto es el mes donde la virgen comodín, podríamos llamarla así, se manifiesta en todas las formas y maneras posibles ideadas por la iglesia desde años ha; tantos, que ni siquiera ella debe de saber de cuando data esto.
Por lo general, o generalmente, se dice “la virgen de agosto” en casi toda la península y parte de las ínsulas, tanto canarias como baleares, que son las que nos quedan de tantas que tuvo el reino, o imperio, en la mayoría de los océanos.
Esta festividad la trocó la iglesia por la antigua, y pagana según ella, que consistía en dar gracias a la divinidad correspondiente, por las buenas cosechas, ya que es en este mes en el que se recolectaban muchos productos, sobre todo grano, que la madre tierra daba a sus hijos y de los que podían subsistir durante el resto del año, además de con otras cosechas, dadas en otras estaciones climatológicas.
Esta festividad, disfrazada de religiosidad en todas partes donde se celebra, suele ser en honor de la patrona del lugar, al igual que otros patronos, que también son muchos y santos todos, incluso algunos mártires y otras muchas vírgenes en distintas fechas.
En lo que coinciden la mayoría de las localidades en fiestas, es en la “fiesta taurina” o mal llamada “fiesta nacional”, así como en las procesiones, loando a la virgen o santos patronos; el pregón de apertura de festejos a cargo de alguna celebridad, y si no hay dinero para importarla se recurre a algún foráneo menos ilustre, o a algún autóctono sobresaliente, -incluso al alcalde o alcaldesa-; los encierros; las corridas de novillos; las becerradas y las verbenas.
Este año de crisis podría ser crítico para todos estos festejos que tienen tanto de paganos como aquellos otros de la edad de piedra, de la del bronce, de la del hierro y hasta de la madera y plástico, o plexiglás, como le decíamos hace años a todo lo que se fabricaba en cierto plástico, como los impermeables por ejemplo.
Por el contrario, en lugar de notarse la crisis, pareciera que hay más “dineros” que nunca –aunque siempre ha sido así-, para despilfarrar en cosas superfluas, como son unos fastos en vestimentas, comilonas y golosinas, que bien podríamos pasar sin ellas, si de verdad nos afecta tanto la crisis “a todos” como se dice.
No hay pueblo ni ciudad donde se pueda circular, ni siquiera andando, ni tranquilamente; todos son un hervidero de coches, motos y gente por todas partes, a los que se suman los patosos que “van montados en la uva”. Que, por cierto, en esos días hay gente haciendo los honores a Baco, aunque nunca “lo hayan olido”; el vino, se entiende.
Todos tenemos derecho a disfrutar de unas bien merecidas vacaciones, tras haber estado un año trabajando, pero, ¿Por qué nos quejamos de que se nos congelan los sueldos y pensiones, cuando no se nos reducen, y decimos que “las pasamos canutas” para poder comer y en cambio malgastamos en localidades taurinas cantidades astronómicas, así como en las de fútbol?
¡Nada, se apela a que es “la fiesta nacional” y santas pascuas! O como se dice en ciertos sectores que no quieren que desaparezcan “los toros”: “es una tradición española”. ¿Tradición desde cuándo? Desde que se instauró, no haciendo de ello tanto tiempo, apenas unos pocos siglos, habiendo trocado el “a pelo” de origen, por una parafernalia estrambótica y lucerna, o farolera, por aquello de las luces. En cambio dónde y cómo se originó la barbarie ya no se da, porque entre otras cosas esos imperios ya no existen, pero bien que nos llegaron sus vestigios. Y aquello se condenó y se ha seguido condenando a través de los siglos, aludiéndolo a la barbarie, aduciendo que eran pueblos paganos e incluso bárbaros los que la practicaban.
Hoy ya no lo es. Hoy en día –y ayer, y el año pasado y…- esta fiesta nos engrandece y nos diferencia –se dice- con creces del resto de los mortales y de otras naciones. Claro que, y digo yo: ¿Qué haríamos con la cantidad de cosos taurinos, algunos verdaderos monumentos, que existen en la península? ¡Buf, menudo problemón! ¡Eso sería un gravísimo problema!
También se aduce, y eso es disfrazar las cosas con la misma demagogia de siempre, que: “con la desaparición de las corridas, desaparecerían muchos puestos de trabajo, pues hay muchas familias que viven del toro”. Pero si ya han desaparecido demasiados puestos de trabajo ganadero; si ya no se da empleo a tanta gente como antes; si ya no “viven del toro” tantas familias como quieren hacernos creer, sino que malviven; si los que “viven del toro” son unos pocos, “los señoritos” de siempre, más los diestros que encumbran todos los que pagan por verlos torear, los cuales son la mayoría de los que se quejan de que “todo está mal”, de los que dicen “que no les llega el sueldo a fin de mes”, para poder alimentar a la prole decentemente.
Además de lo de “fiesta nacional” y que “sería una gran merma” de puestos de trabajo, de fondo está la cuestión de las fortunas que se lograron, se logran, y se dejarían de lograr, con los toros.
Pero eso, el afán de ver “batirse a una persona con una fiera”, ¿en el fondo qué es, sino deseos de ver sufrir a un animal, que se le cría para ello, para martirizarlo y “hacer una escabechina” con él, no solo en las plazas de toros, propiamente dichas, sino también en calles y plazas de pueblos, puertos, playas y campos, donde se les lapida, se les quema y se les pincha con artefactos hirientes y en muchos casos hasta matarlos después de dejarlos hechos unos despojos? Porque si demagogia es lo de los puestos de trabajo, ¿qué es el decir que: “es un mano a mano entre una fiera y el hombre”?
El toro va engañado a la plaza, o es ignorante de ello como los animales que se llevan al matadero, en lo que el torero sabe que a lo que va es a matarlo en cuanto “entre en al engaño”, porque precisamente, y no por casualidad, se le llama así, engaño, y tras de haberlo humillado, despojándole de su bravura, los picadores y banderilleros, hartos de lacerarlo.
Luego está lo de “hacer una buena faena”, al toro; “cortar orejas y, o, rabo”; “salir a hombros” y “por la puerta grande”, además de llevarse una buena “talegada” de euros, si es que el toro no le malogra, lo que ocurre en raras ocasiones, en contraposición de lo que le ocurre al pobre, noble y humillado animal, sea toro, vaca o vaquilla. Y luego la gran tontería esa de: “el noble animal”. ¡Leche! ¿Si es noble por qué lo matan? Porque aquí, al igual que en todo el mundo, los nobles viven muy bien. ¡Y muchos de ellos precisamente por la muerte de los toros!
Los encierros: ¡otra que tal! ¿No hay salvajada en muchos encierros, por no decir en todos? No he presenciado todos los que se celebran en esta nuestra mal llamada “piel de toro”, pero entre los que he visto por televisión y en los que he estado, me basta para creer que así es.
Que si se le “tira al pilón”; que si “de la torre”; que si al mar; que si se le “embola”; que si “se le mata a lanzadas” suelto por el campo, de lo que dicen que no se conocen sus orígenes, aunque tenga semejanza con “el circo romano”, el cual se “condenó” –y aun hoy condenan- como aberración hacia todo lo que se celebraba en su arena. La “la arena” de entonces -de ahí la similitud con la de hoy-, coso, ruedo o plaza, que es lo mismo.
En los encierros se ve toda esa brutalidad –o salvajada- y más, pues se le tira del rabo; se le atan sogas en las astas para que, unos de un extremo y otros de otro, tiren en direcciones opuestas; le tiran piedras, botellas y lo que tengan a mano. ¡Hasta les reventaban botijos sobre la testuz, tras haberles hecho tragar anís o aguardiente del que estaban llenos!
Luego de haber encerrado los toros en los corrales, baja a la arena mucha de la gente que ha estado en las gradas presenciando los encierros, y las salvajadas, y se mezclan “chicos con grandes”; beodos y ebrios –hasta de juerga- con sobrios o abstemios; gamberros y pendencieros con modosos, y “modositos”; abuelas y abuelos con nietas y nietos, y mozas con mozos.
Vocingleros en suma, pues son días de fiesta de los respectivos patronos populares y todo está permitido; al menos muchos así lo creen.
Lo que me recuerda una copla que cantaban los mozos a las mozas que quedaban en “los tablados” –las gradas-, allá por mis años de juventud, en tonada de jotica aragonesa y a voz en grito:

¡Mozá! ¡Como se escape una vaca, subo y te jodo!
A lo que ellos mismos contestaban:
¡Ojalá se escapen “toaas, pa que subas y me joaas”!