PREGUNTAS SIN RESPUESTAS, Literatura

PREGUNTAS SIN RESPUESTAS

Hay momentos largos, muy largos; tanto, que ya no son momentos y ni tan siquiera son larguísimos.
¿Son rachas? Pueden ser, pero no de viento; y si acaso lo fueren, sería un viento gélido, cortante, que no se conforma con cortarte la cara solamente, no, tiene que profundizar en tu interior, llegar a tus entrañas y destrozarte, erosionarte, llegar hasta el corazón y, tras convertirse en tornado, lo fuese oprimiendo, estrujando y se divirtiera escurriéndolo, como quien estruja una esponja por mera diversión.
Otras veces es la sensación de hallarte al principio de un desierto que has de atravesar sorteando los altibajos de sus dunas, para lograr llegar al oasis que vislumbras en el horizonte. Un oasis que se te antoja un paraíso, un vergel idílico, -- ¡iluso de ti!--, pero, ¡Oh destino cruel! cuando llegas no está. Se ha esfumado cual espejismo que era y te ves, otra vez, ante las dunas. Ves lo que crees que es un camino que las sortea y te decides a tomarlo pues estás cansado, harto, de tanto subir y bajar, pero cuando menos lo esperas, cuando has descuidado la vigilancia, cuando crees que llegarás al final del camino sin más contratiempos, pues todo el trayecto discurre con normalidad, ¡Zas! El inhumano destino se ha tomado con calma, con premeditación, la preparación de otra trampa, atando el extremo de una soga en un poste a un lado del camino y sujetando firmemente el otro extremo con sus manos, tira y te hace que tragues el polvo de nuevo. Y te deja, y coloca bien colocadita, sobre tu espalda una losa más pesada aun que la que tenías anteriormente.
Cuando te puedes incorporar de nuevo, después de que este desgraciado destino, (hermano pequeño o aprendiz del siguiente), te deja, ves que puedes seguir, pues aunque el camino es más angosto, apenas se dibujan obstáculos y el panorama que se te muestra ante sí, al otro lado, es amplio. Lo reconoces. ¡Ya lo conocías! Te reconoce. ¡Ya te conocía! Te decides y... adelante. Pero estás en un error. ¡Panolis! No es el mismo campo verde y florido con sus mariposas, sus abejas, insectos y pajarillos que tu creías conocer, no.
Ante sí, lo que tienes, y tú no ves, es el páramo. Si, el páramo. No es un páramo cualquiera, pero hay que atravesarlo y cuando llevas la vista al frente, pues no hay recovecos ni obstáculos donde pueda esconderse algo o alguien, el suelo desaparece bajo tus pies y comienzas a caer. Y caes, y ves que sigues cayendo por un pozo hasta que tocas el fondo y te das cuenta que tiene galerías. ¿Cuál tomar? ¡Es igual, si no sabes adonde te llevará ninguna! Tomas la que crees más idónea y... ¡A tirar adelante! Y el suelo te falla de nuevo, y caes de nuevo, te incorporas y... otra galería. Así una y otra vez hasta que en el último, por el momento, notas, según vas cayendo, que no es igual a los otros, pues notas algo que no te hubiese gustado encontrar nunca, algo que no querías que sucediese, por muy malo que fuese el trayecto a recorrer y a lo que no creías que tendrías que enfrentarte nunca, algo abominable que te tocó vivir de cerca en otro tiempo.
¿Podré soportar esto? ¿Tengo que tolerarlo? ¿Por qué la carne de mi carne también? Son las preguntas que te haces.
¡El destino aprieta pero no ahoga! –dice un dicho popular- ¡Claro, pero para que sigas jodiéndote! Es la respuesta que te das.
La verdad es que aguantas, y continúas. Con nuevos callos en otro sitio, aparte de los de las manos, pero sigues y te preguntas: ¿Sera bueno que se encallezcan también ciertos órganos? ¿Dónde me esperará agazapado el "aprendiz" de cruel? ¿Cuándo aparecerá el tornado que se divierte oprimiendo y haciendo que se pierda gota a gota tu esencia? ¿Dónde, el vil y cruel destino me esperará para asestarme otro mandoble con el acero que te traspasa hasta los dientes? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Hasta cuándo la incertidumbre?

AdriPozuelo (A. M. A.)